CLAVES

Vox vuelve a desmontar un 'eco-bulo'

José Rodríguez | Jueves 02 de noviembre de 2023
Ante los intentos de la izquierda europea para prohibir el glifosato, los consejeros del sector de Castilla y León, Aragón, Valencia y Extremadura desmontan las falacias sobre este herbicida “no cancerígeno”, de “innegable eficacia” que, además, cumple con los objetivos de sostenibilidad de la UE.

Los fanáticos de la Agenda 2030 han vuelto a la carga, esta vez, con un intento de prohibir el glifosato, un herbicida imprescindible en el campo. Por eso, los consejeros de Agricultura de VOX en Castilla y León, Aragón y Valencia, así como el de Gestión Forestal en Extremadura, han salido en defensa de esta herramienta imprescindible para los agricultores de sus correspondientes comunidades.

Frente a los ataques de la izquierda europea y sus manipuladores argumentos -como que es dañino para la salud-, Gerardo Dueñas, Ángel Samper, José Luis Aguirre e Ignacio Higuero -respectivamente- defienden que el glifosato no solo es una “herramienta indispensable para la sostenibilidad de la agricultura” por ser de “innegable eficacia para controlar las malas hierbas”, sino que también “cumple con los objetivos de sostenibilidad de la UE”.

Además, toda limitación y prohibición gratuita no justificada por criterios científicos están provocando una subida de los alimentos en los lineales de los supermercados. Es decir, que las familias ya no pueden adquirir determinados alimentos porque éstos son gravados constantemente por las políticas erráticas que agreden el consumo de los sectores más frágiles.

Actualmente el glifosato es una herramienta indispensable para la sostenibilidad de la agricultura al permitir el control de las malas hierbas que compiten por el agua, los nutrientes del suelo y la luz del sol con los cultivos. Hay que destacar su innegable eficacia para controlar las malas hierbas, su facilidad de uso y su coste relativamente asequible, no existiendo una alternativa que, desde el punto de vista técnico y económico, pueda sustituir su empleo.

Muchos de los enfoques alternativos sugeridos para la gestión de las malas hierbas requieren la reintroducción de prácticas agrícolas mecanizadas. Aparte del impacto negativo que esto tendría en el medio ambiente, las condiciones estructurales de muchos cultivos no permiten el uso de estos métodos mecánicos.

Además, ningún herbicida individual o combinación de herbicidas registrados actualmente en Europa podría ofrecer los mismos beneficios en términos de reducción del laboreo y la posibilidad de adoptar cultivos de cobertura, elementos esenciales de la agricultura de conservación.

El glifosato es imprescindible para la técnica de siembra directa, tanto en cereales de secano como en maíz para hacer dobles cosechas, con todos los beneficios probados que estás técnicas significan para el medio ambiente y para la rentabilidad de las explotaciones, especialmente, en secanos áridos donde volver al laboreo tradicional sería inconcebible.

Por otra parte, el incremento de las labores mecánicas en las explotaciones para garantizar un correcto control de las malas hierbas supondría el consiguiente incremento de los costes de producción en las explotaciones, lo que, a su vez, se traduciría en un aumento del precio final de los alimentos al consumidor final.

Desde el punto de vista medioambiental, el glifosato contribuye a cumplir con los objetivos de sostenibilidad de la propia UE al permitir el desarrollo de prácticas de agricultura de conservación, que captura carbono en el suelo, fomenta la preservación y mejora de la biodiversidad en los ecosistemas y mejora la calidad del agua. Estas prácticas también contribuyen a la mejora de la calidad de la tierra y evitan la pérdida de suelo fértil provocada por procesos como la erosión o la escorrentía.

Ambientalmente, el principal reto que debe afrontar la Agricultura en España es la lucha contra la erosión del suelo y, para ello, el glifosato es una herramienta imprescindible para asegurar el mantenimiento de restos vegetales o cubiertas permanentes que la evitan y contribuyen a que se preserve mucho mejor el suelo, a mantener una estructura viva que favorece la fertilidad del suelo y la biodiversidad de las especies y evitar las emisiones de carbono.

Por consiguiente, de prohibirse este herbicida, al agricultor solo le quedaría la opción de volver a aplicar laboreo o recurrir a la combinación de varios herbicidas para garantizar un correcto control de las malas hierbas, lo que incrementaría tanto el coste como los efectos no deseados sobre el medio ambiente.

Seguridad e impacto económico

Por todos estos motivos, el glifosato es el herbicida más utilizado en el mundo. Y, frente a las falacias manipuladoras que dudan de su seguridad para la salud, ésta ha sido testada y posteriormente certificada por la AESA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) y la Agencia Europea de Sustancias y Preparados Químicos (ECHA, por sus siglas en inglés).

En el caso de la renovación del glifosato, a debate en estos días en el seno de la UE, su continuidad ha contado también con el informe positivo de la ECHA, que ya desmintió en su día y con evidencias científicas que el herbicida sea cancerígeno.

Por último, en cuanto al impacto económico que supondría eliminarlo, según un estudio solicitado a PricewaterhouseCoopers (PwC) por la Asociación Española de Agricultura de Conservación Suelos Vivos (AECS,SV), la Asociación Empresarial Española para la protección de las Plantas (AEPLA) y la Asociación Nacional de Maquinaria Agropecuaria y Espacios Verdes (ANSEMAT), el impacto macroeconómico de la utilización del glifosato se estima en 2.431 millones de euros en producción; 1.087 millones de euros de PIB y 23.082 personas empleadas. Es decir, que suprimirlo tendría un gran impacto no solo en el sector agrícola, sino en todos los sectores vinculados al mismo y en los hogares de los españoles.

Por todo ello, los consejeros del sector de VOX en Castilla y León, Aragón, Valencia y Extremadura quieren mostrar su apoyo al uso del glifosato y seguirán luchando desde sus comunidades autónomas para hacer frente a la Agenda 2030 que solo responde a fanatismos climáticos y no a las necesidades de los agricultores.

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