OPINIÓN

El brindis al sol de arrestar a Putin

Joaquín ABAD | Sábado 18 de marzo de 2023
La orden de arresto de la Corte Penal Internacional contra el presidente de la federación rusa, Vladímir Putin, por presuntos crímenes de guerra en Ucrania, es de aurora boreal, como poco. Un tribunal no reconocido por la India, China, Estados Unidos, y del que forman parte países africanos y los de la Unión Europea, como no, pretende que el presidente Putin sea arrestado si osa volar o visitar uno de los 123 países que reconocen la jurisdicción de ese tribunal. Se le acusa del secuestro de centenares de menores de Ucrania que fueron trasladados a ciudades en el interior de Rusia.

Esta orden que contraviene la supuesta inviolabilidad de los jefes de estado es de dudosa ejecutoria. Dudo que México, Nigeria, Chile, Colombia, incluso Argentina o Brasil, se atrevieran a detener al presidente ruso en el caso de que visitara cualquiera de ellos. No me lo imagino.

Como tampoco me imagino que en su día alguien se le ocurriera ordenar el arresto, por genocidio, contra el presidente de Estados Unidos que ordenó el lanzamiento de bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, Harry S. Truman.

Truman asumió la presidencia después de la muerte del presidente Franklin D. Roosevelt en abril de 1945 y tomó la decisión de utilizar las bombas atómicas para poner fin a la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico.

El 6 de agosto de 1945, la bomba atómica llamada "Little Boy" fue lanzada sobre Hiroshima, y tres días después, el 9 de agosto de 1945, la llamada "Fat Man" fue lanzada sobre Nagasaki. Estos ataques causaron la muerte de cientos de miles de personas civiles y son considerados por muchos como un auténtico genocidio cometido por los Estados Unidos de América.

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