OPINIÓN

La industria automovilística alemana huele a muerto

Joaquín ABAD | Martes 29 de septiembre de 2015
La hipocresía de la industria de automoción alemana ha sido de matrícula de honor. Quizá con la complicidad de unas autoridades europeas fáciles de sobornar, o de influir.

Ya sabemos que el lobby de los fabricantes ha engrasado a los políticos de Bruselas que consentían la estafa de unos motores diésel cuyos óxidos de nitrógeno contaminaban cuarenta veces más que los límites legales permitidos.

Pero ahora que, gracias a los norteamericanos y gracias a la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos (EPA), que no a las autoridades europeas, hemos conocido que desde 2007 circulan más de once millones de coches Audi, Volkswagen, Seat, Porsche y Skoda trucados, se levanta el telón.

La mayoría de los gobiernos, incluido el español, han subvencionado cada vehículo vendido por dichas marcas con la certificación de que cumplía los requisitos específicos. Contaminaban la atmósfera, pero poco.

Ahora, imagino, los gobiernos solicitarán que les devuelvan las subvenciones y además que se retiren los chips que trucaban el consumo. Por lo que a igual cilindrada, la potencia deberá reducirse un mínimo de un 20 por ciento.

A ver qué piensan los conductores de los Audi A6 con motor diésel, por ejemplo, cuando su veloz automóvil se deje por el camino las altas prestaciones para circular como una vulgar furgoneta…

Tras el escándalo y la escalada de multas, pagos por reparar millones de autos y dejarlos en los límites no contaminantes, los pleitos por estafa y demás, así como la huida masiva de los compradores de dichas marcas, el panorama es de derribo.

Los bancos, como el Deutsche Bank, la entidad financiera de cabecera de la industria automovilística alemana, no están dispuestos a prestar miles de millones de euros a los fabricantes porque saben que el tsunami es inmediato. Posiblemente sea el fin del imperio de una marca, de unas marcas, que han sido bandera mundial del buen hacer alemán.

Y tras el derribo, la venta a la baja. Vamos que Toyota comprará Porsche y quizá Audi, Honda adquirirá Skoda y algún coreano se quedará con Seat. Imagino que Volkswagen será invendible, por haber sido la marca matriz origen de la estafa.

Me temo que las dos fábricas en España, la de Sabadell y Landaben (Navarra), por mucho que el ministro Soria saque pecho, están condenadas. Y por supuesto las promesas de mantener la inversión de 3.300 millones de euros, se convertirán en humo.

Otros que no se van a salvar, por mucho que tiren balones fuera, son los fabricantes del chip FPGA instalado en más de once millones de vehículos para engañar las mediciones de contaminación en modo test.

Ahora dice Bosch que advirtió en varias ocasiones que el chip era sólo para pruebas de laboratorio, no para ser instalado en serie por las cadenas de producción. Pero Bosch no entregó unos cientos de chip para pruebas. Más bien fabricó millones, decenas de millones que sabemos se instalaron, por lo menos, en los Audi-Volkswagen.

Tirando del hilo llegaremos a descubrir la complicidad de varias empresas en este fraude masivo, que quizá otras marcas también han utilizado.

Otros que se han cubierto de gloria son los departamentos de protección medioambiental de Audi-Volkswagen que presumían y hacían propaganda de lo ecológicos que eran sus modernos automóviles.

Han cooperado al engaño, con la sospecha de que se morían de la risa cada vez que por televisión pasaban un spot publicitario de la marca como ejemplo de vehículo limpio de contaminación.

Y de los departamentos de Reponsabilidad Social Corporativa mejor no hablar. Mejor hacerlos desaparecer. Dan vergüenza ajena.

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