Harvey Glatman, conocido como el 'cazador del glamour', fue un asesino en serie que operó en Los Ángeles durante los años 50. Atraía a jóvenes modelos y aspirantes a estrellas con falsas promesas de sesiones fotográficas, solo para someterlas y asesinarlas. Su primera víctima fue Judy Ann Dull, quien desapareció tras aceptar una oferta de trabajo. Glatman continuó su macabro patrón con otras mujeres hasta ser arrestado tras un intento de asesinato fallido en 1958. Finalmente, fue condenado a muerte y ejecutado en 1959. Su historia revela la oscuridad detrás de una fachada inofensiva y destaca los peligros que enfrentaban las mujeres en esa época. Para más detalles, visita el enlace de la noticia.
La historia de Los Ángeles en la década de 1950 estuvo marcada por un individuo que, a simple vista, parecía inofensivo. Este hombre, conocido como Harvey Glatman, se convirtió en un infame depredador que atraía a jóvenes modelos y aspirantes a estrellas mediante engaños y promesas de oportunidades en el mundo del modelaje. Su apodo, ‘el cazador de chicas glamurosas’, refleja su macabro modus operandi: camuflar sus crímenes bajo la apariencia de un fotógrafo profesional.
En 1957, Judy Ann Dull, una modelo de apenas 19 años, recibió una llamada de un hombre que se hacía llamar Johnny Glinn. Le ofreció 50 dólares por posar para una revista. Sus compañeras de apartamento en West Hollywood no sospecharon nada extraño del visitante. Sin embargo, cuando Judy salió, nadie imaginaba que sería la última vez que la verían con vida. Lo que encontró en el «estudio» de Glinn fue una trampa mortal; fue sometida y obligada a posar en condiciones humillantes antes de ser asesinada y abandonada en el desierto.
Las amigas de Judy intentaron rastrear al supuesto fotógrafo llamando al número que él había proporcionado, pero este resultó ser falso. Meses después, el cuerpo de Judy fue hallado. Mientras tanto, Glatman decoraba su apartamento con fotografías de la joven y continuaba buscando nuevas víctimas. Su estrategia variaba, pero siempre se centraba en mujeres jóvenes, modelos o aspirantes a quienes convencía para realizar sesiones fotográficas.
En marzo de 1958, Glatman volvió a actuar. Esta vez eligió a Shirley Bridgeford, una secretaria y madre de dos niños que buscaba compañía en un club de citas. Presentándose como George Williams, la invitó a salir y tras esa cita, Shirley desapareció sin dejar rastro. Su destino fue similar al de Judy.
Poco después desapareció Ruth Mercado, una bailarina recién llegada de Nueva York. Su casero reportó su ausencia tras cuatro días sin verla. Al ingresar a su habitación encontró a su perro y dos pájaros abandonados sin comida ni agua. El cuerpo de Ruth fue encontrado oculto bajo la maleza en un área remota.
En octubre de 1958, Glatman contactó a Loraine Vigil, una joven modelo recién inscrita en una agencia. Le dijeron que había conseguido su primer cliente y que este pasaría a recogerla para una sesión fotográfica. Todo parecía normal hasta que Glatman comenzó a acelerar y dejó de responder a sus preguntas.
Deteniendo el vehículo bajo el pretexto de tener una llanta pinchada, rápidamente apuntó un arma hacia Loraine. Sin embargo, ella luchó por su vida y logró desarmarlo durante un forcejeo prolongado. Un coche patrulla apareció poco después y los agentes arrestaron a Glatman, poniendo fin a sus meses sembrando terror entre mujeres vulnerables.
Durante el interrogatorio posterior al arresto, Glatman confesó sus crímenes sin resistencia alguna e incluso guió a las autoridades hacia los lugares donde había dejado los cuerpos.
Documentos médicos y policiales revelan que desde su infancia Glatman mostró comportamientos preocupantes: juegos obsesivos con cuerdas, fobias sociales y acoso hacia mujeres fueron solo algunos ejemplos. Había sido evaluado por psiquiatras y encarcelado varias veces debido a sus tendencias compulsivas y personalidad antisocial.
En diciembre de 1958, tras escuchar su confesión grabada, un juez le impuso la pena capital. Fue ejecutado en la prisión estatal de San Quintín (California) en septiembre de 1959 a los 31 años. A pesar del insistente reclamo de su madre sobre su supuesta enfermedad mental, los peritos concluyeron que era capaz de distinguir entre el bien y el mal.