La historia de los huracanes y sus nombres revela un sesgo de género que perduró hasta 1979, cuando todos los huracanes del Atlántico eran designados con nombres femeninos. Esta práctica, criticada por feministas como Roxcy Bolton, fue vista como una perpetuación de estereotipos dañinos. Bolton argumentó que asociar a las mujeres con desastres naturales era perjudicial. En respuesta a la presión social y movimientos feministas, el Centro Nacional de Huracanes comenzó a incluir nombres masculinos en 1979. Desde entonces, los nombres alternan entre hombres y mujeres, reflejando un cambio significativo en la percepción pública. Un estudio de 2014 sugirió que los huracanes con nombres femeninos podrían haber causado más muertes debido a su percepción como menos amenazantes. Para conocer más sobre este tema, visita el artículo completo.
Hasta 1979, todos los huracanes del Atlántico eran designados con nombres femeninos. Ejemplos emblemáticos como Audrey (1957), Donna (1960), Flora (1963) e Inés (1966) no solo sembraban temor en los mapas meteorológicos, sino que también generaban indignación entre las feministas de la época. Estas denunciaban el sesgo sexista detrás de una práctica que había sido institucionalizada por el Servicio Meteorológico de Estados Unidos desde 1953.
La figura clave en esta transformación fue Roxcy Bolton, una activista destacada del movimiento por los derechos de las mujeres en Florida. Según un obituario publicado por The New York Times, Bolton, quien fundó el primer centro de atención a víctimas de violación del país, convenció a los meteorólogos de que nombrar a los huracanes con nombres femeninos reforzaba estereotipos perjudiciales. Ella afirmaba: «Las mujeres resienten profundamente ser asociadas con el desastre».
El uso exclusivo de nombres femeninos no era casualidad; era parte de una tradición naval donde los barcos se referían en femenino. Durante los primeros años, la mayoría de los meteorólogos, que eran hombres, utilizaban clichés para describir las tormentas, caracterizándolas como ‘caprichosas’, ‘temperamentales’ o que ‘coqueteaban’ con las costas.
Bolton llegó a ironizar sobre la situación sugiriendo que si los meteorólogos continuaban utilizando nombres femeninos, al menos deberían equilibrar la lista con “him-icanes”, un juego de palabras entre ‘him’ (él) y ‘hurricane’ (huracán), en homenaje a los senadores que financiaban el servicio meteorológico. Su sarcasmo resonó en los medios de comunicación de la época.
Después de años de presión, incluyendo resoluciones emitidas por la Organización Nacional para la Mujer, en 1979 el Centro Nacional de Huracanes decidió incorporar por primera vez nombres masculinos. Ese año marcó un hito con la inclusión de ‘Bob’, el primer huracán masculino del Atlántico. Desde entonces, las listas de nombres han alternado entre hombres y mujeres y son elaboradas por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Estas listas se repiten cada seis años, salvo en casos donde un huracán es tan devastador que su nombre es retirado permanentemente.
Años más tarde, un estudio publicado en 2014 en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS) reveló que los huracanes con nombres femeninos habían causado más muertes, posiblemente porque eran percibidos como menos amenazantes. Aunque este hallazgo generó debate, puso de manifiesto que la lucha emprendida por Roxcy Bolton no era simplemente un capricho lingüístico, sino una cuestión profunda relacionada con la percepción pública y el poder.