El gobierno de EE. UU. está considerando transferir misiles de crucero Tomahawk a Ucrania, impulsado por la presión europea, según confirmó el vicepresidente J.D. Vance. Sin embargo, la decisión final recae en el presidente Trump. La reacción del Kremlin fue cautelosa, con el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergey Lavrov, expresando escepticismo sobre la posibilidad de que se autorice esta transferencia y sugiriendo que la presión europea es un factor clave. Los Tomahawks podrían permitir a Ucrania atacar objetivos estratégicos en territorio ruso, lo que podría intensificar el conflicto y arrastrar más a EE. UU. en la guerra. Algunos analistas advierten que esta medida podría cruzar una "línea roja" para Putin y provocar una confrontación mayor entre Rusia y Occidente.
El vicepresidente J.D. Vance ha confirmado que Estados Unidos está considerando la posibilidad de suministrar misiles de largo alcance Tomahawk a Ucrania, en respuesta a las solicitudes de Europa. Sin embargo, Vance subrayó que la decisión final corresponde al presidente Donald Trump.
Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergey Lavrov, expresó sus dudas sobre si se ha tomado una decisión definitiva y manifestó que le sorprendería si Washington procede con este suministro, atribuyendo la presión a los países europeos.
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, minimizó el impacto estratégico de los misiles Tomahawk, afirmando que no existen "armas mágicas" y advirtiendo sobre los problemas relacionados con la identificación de objetivos y quién sería responsable de operarlos.
Para Ucrania, la adquisición de Tomahawks representaría un avance significativo: actualmente, los ataques con drones tienen un alcance limitado hacia Moscú; sin embargo, los misiles Tomahawk, con rangos superiores a 1,500 millas (o más), podrían permitirle atacar objetivos rusos de alto valor.
La decisión de transferir estos misiles implica elevados riesgos: una mayor implicación estadounidense podría desencadenar una confrontación más amplia. Algunos sectores en EE.UU., como el enviado especial Keith Kellogg, apoyan empoderar a Kyiv para realizar ataques profundos; no obstante, otros advierten sobre cruzar una "línea roja" con Putin.
A inicios de esta semana, el vicepresidente J.D. Vance provocó reacciones diplomáticas al reconocer que la administración Trump está considerando suministrar misiles Tomahawk a Ucrania. Esta medida se habría tomado bajo presión europea y ha intensificado las especulaciones sobre una posible escalada en el conflicto ucraniano.
Moscú reaccionó rápidamente y con cautela. Lavrov indicó que no cree que se haya tomado una decisión final y culpó a la presión europea por influir en EE.UU. hacia esta idea. Además, cuestionó la confianza que se podría tener en Ucrania para manejar tales armas.
Mientras tanto, Peskov desestimó el impacto estratégico de los Tomahawks como algo no decisivo. "No existen armas mágicas", afirmó, enfatizando que los analistas rusos están evaluando cuidadosamente las implicaciones y cuestiones relacionadas con quién lanzaría los misiles y cómo se asignarían los objetivos.
Desde el lado ucraniano, el gobierno de Zelensky ya ha mostrado disposición para llevar a cabo ataques profundos en territorio ruso mediante drones. Aunque estos ofrecen capacidades limitadas en cuanto a carga útil y alcance, los Tomahawks podrían poner a Moscú dentro del alcance del arsenal misilístico ucraniano.
No obstante, este paso conlleva enormes riesgos. Permitir que Ucrania utilice Tomahawks contra objetivos estratégicos en Rusia podría involucrar más directamente a EE.UU. en el conflicto y aumentar las posibilidades de una confrontación más amplia. Funcionarios rusos han advertido repetidamente sobre la escalada potencial si personal militar estadounidense estuviera involucrado en la identificación o lanzamiento de objetivos.
A pesar de las advertencias, algunas voces belicistas en EE.UU. parecen mantenerse firmes. El enviado especial de Trump a Ucrania, Keith Kellogg, ha argumentado que Kyiv debería ser capaz de realizar ataques profundos y sostiene que "no hay santuarios".
En última instancia, si Trump autoriza el despliegue de misiles Tomahawk a Ucrania podría marcar un punto crucial en este conflicto. Algunos observadores advierten que tal decisión pondría a prueba una crítica "línea roja" para Vladimir Putin y posiblemente las fronteras de la escalada estratégica. La dirección que tome EE.UU.—ya sea avanzar o retroceder—podría definir el rumbo del conflicto y el riesgo de una conflagración más amplia.