Una investigación revela que el Programa Nacional Orgánico del USDA ha fallado en proteger a los animales y en garantizar la integridad de las etiquetas "orgánicas". El escándalo involucra a la granja lechera Alexandre Family Farm, donde se documentaron abusos graves, como la deshornación de vacas sin anestesia y el uso de prácticas tóxicas. A pesar de las denuncias de maltrato animal, el USDA y los organismos certificadores ignoraron las quejas y permitieron que la granja continuara operando con su etiqueta orgánica. Este caso pone de manifiesto una profunda corrupción en el sistema de certificación orgánica, lo que plantea serias dudas sobre la veracidad de las etiquetas "orgánicas" en el mercado. Para más detalles, visita el enlace.
El Programa Nacional Orgánico del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) se estableció con el propósito de ser un guardián de la confianza pública, asegurando que las etiquetas «orgánicas» representaran prácticas agrícolas éticas, trato humanitario hacia los animales y alimentos libres de químicos. Sin embargo, una reciente investigación ha puesto al descubierto un sistema plagado de corrupción, conflictos de interés y alarmantes casos de abuso animal, mientras los reguladores permanecieron inactivos.
En el epicentro de este escándalo se encuentra la Alexandre Family Farm, una operación lechera en California valorada en 6 millones de dólares, presentada como un modelo de integridad orgánica. No obstante, detrás de su imagen pulida se oculta una realidad desgarradora: vacas desmochadas sin anestesia, uso de combustible diésel sobre el ganado, mutilaciones con cuchillos sucios y estampidas masivas que resultaron en la muerte de decenas de animales tras días sin alimento.
La USDA no solo fracasó en su deber; también protegió a los abusadores.
Puntos clave:
Las acusaciones contra Alexandre Family Farm se asemejan a un manual sobre crueldad industrial. Se reportó que los trabajadores:
Farm Forward, un grupo defensor del bienestar animal, documentó estos abusos en un contundente informe publicado en 2024. Sin embargo, cuando las quejas llegaron a la USDA, la agencia las desestimó en dos ocasiones. Solo tras la presión pública CCOF, el certificador propio de Alexandre, confirmó las violaciones.
A pesar de ello, en lugar de revocar la certificación, CCOF llegó a un acuerdo secreto que permitió a Alexandre continuar operando con supervisión mínima. No hubo multas ni suspensiones; solo una promesa vaga de «hacer mejor las cosas».
Este escándalo pone al descubierto una conexión más profunda: los certificadores orgánicos y los reguladores están demasiado vinculados con las industrias que deberían supervisar.
Stephanie Alexandre, co-propietaria del rancho, fue miembro del consejo directivo del CCOF durante diez años—el mismo grupo encargado de certificar su lechería. Ex-empleados afirman que ella recibía avisos sobre inspecciones «sorpresa», lo que le daba tiempo para ocultar violaciones.
Mientras tanto, los investigadores del USDA asignados para revisar las quejas incluían ex-ejecutivos provenientes de granjas corporativas industriales—como Emily Prisco, quien trabajó anteriormente para Aurora Organic Dairy, una empresa previamente implicada en violaciones orgánicas deliberadas.
«Esto es captura regulatoria clásica», afirmó Mark Kastel de OrganicEye. «La agroindustria ha degradado la etiqueta orgánica en una estafa publicitaria».
No solo Alexandre explotó lagunas legales del USDA; también acumuló múltiples etiquetas «de buenas intenciones» para encubrir sus abusos:
Estas etiquetas, frecuentemente respaldadas por grupos financiados por la industria, crean un efecto halo que engaña a los consumidores haciéndoles creer que están adquiriendo productos éticos.
En respuesta a esta situación han sido presentadas dos demandas: una acusando a Alexandre por declaraciones humanas fraudulentas y otra bajo las leyes californianas sobre crueldad animal. Sin embargo, críticos sostienen que la verdadera responsabilidad recae en la Oficina del Inspector General del USDA, que debe investigar:
P hasta ahora, la respuesta del USDA ha sido silencio y complicidad. Hasta que el Congreso impulse reformas reales, la etiqueta «orgánica» seguirá siendo una mentira—y tanto animales como agricultores y consumidores pagarán el precio por ello.
Fuentes incluyen:
OrganicEye.org [PDF]