Un nuevo estudio sobre la vacuna intranasal CVXGA1 contra el COVID-19 ha generado preocupaciones de seguridad y ética. Publicado en Science Advances, revela que esta vacuna utiliza un virus vivo capaz de "desprenderse", exponiendo a individuos no vacunados, incluidos niños, mujeres embarazadas e inmunocomprometidos, a material viral modificado genéticamente. Los críticos destacan fallos en el diseño del ensayo clínico, que incluyó solo 72 participantes y careció de un grupo de control. Además, se detectó una alta carga viral en muestras nasales tras la vacunación, pero no se investigó si esto podría resultar en transmisión a otros. La comunidad científica advierte sobre los riesgos de reacciones severas y la posibilidad de que esta tecnología marque el inicio de vacunas "autopropagantes", lo que plantea serias cuestiones sobre el consentimiento informado y la ética médica.
Un nuevo desarrollo en el ámbito de las vacunas contra la COVID-19 ha suscitado preocupaciones significativas en torno a su seguridad y ética. El fármaco, denominado CVXGA1, es una vacuna intranasal que utiliza un virus vivo y replicante. Los resultados de su primer ensayo clínico en humanos, publicados en Science Advances, revelaron que este tipo de vacuna puede liberar partículas virales, lo que podría exponer a personas no vacunadas, incluidas poblaciones vulnerables como niños, mujeres embarazadas y personas inmunocomprometidas, a material viral genéticamente modificado sin su consentimiento.
Preocupaciones por la Vacuna Intranasal: La vacuna CVXGA1 ha completado su primera fase de pruebas en humanos, pero los críticos advierten sobre el riesgo de que el virus se libere al hablar o respirar, lo que podría afectar a personas no vacunadas sin que estas lo sepan. Investigadores han confirmado altos niveles de liberación viral en hisopos nasales solo un día después de la vacunación, aunque no se estudió si este virus puede infectar a otros.
Expertos han señalado fallas críticas en el diseño del estudio. La prueba incluyó únicamente 72 participantes y careció de un grupo control no vacunado. Además, la monitorización de eventos adversos fue limitada en el tiempo y no se investigó si el virus podía transmitirse entre individuos. A pesar de estas deficiencias, los investigadores planean ampliar el ensayo a 10,000 personas.
Las preocupaciones éticas también son notables. La administración directa de la proteína espiga —asociada con problemas cardíacos y coágulos en vacunas anteriores— al tracto respiratorio podría incrementar el riesgo de reacciones severas. Este método introduce material genético directamente en los pulmones, a diferencia de las vacunas inyectables que lo hacen en tejido muscular.
Defensores de la libertad sanitaria han expresado inquietudes sobre la posibilidad de que esta tecnología marque el inicio de vacunas “autoexpansibles”, que podrían evadir por completo el consentimiento informado. Expertos advierten que si tales tecnologías se normalizan, podrían abrir la puerta a terapias génicas administradas por vía aérea, lo cual plantea serios interrogantes sobre la autonomía corporal y la ética médica.
En lugar de recurrir a intervenciones experimentales, especialistas sugieren fortalecer el sistema inmunológico mediante métodos naturales comprobados como optimizar los niveles de vitamina D, mantener una buena salud intestinal y consumir nutrientes beneficiosos para el sistema inmunitario como vitamina C y zinc.
A medida que aumenta la preocupación pública sobre las implicaciones éticas y de seguridad asociadas con las vacunas autoexpansibles, el debate sobre el consentimiento médico y la transparencia del riesgo continúa vigente. Se recomienda seguir fuentes independientes para actualizaciones sobre inyecciones experimentales y tecnologías nasales potencialmente peligrosas.