Astrónomos de Yale han descubierto cómo se forman los raros sistemas de dobles Júpiter calientes, gas gigantes que orbitan ambos astros en un sistema binario, desafiando las teorías tradicionales de formación planetaria. Utilizando simulaciones avanzadas, el equipo reveló que el mecanismo von Zeipel-Lidov-Kozai provoca que los planetas migren hacia el interior a lo largo de miles de millones de años. Este estudio, publicado en The Astrophysical Journal, sugiere que las interacciones gravitacionales son clave en la formación de estos planetas y cuestiona el modelo de acreción convencional. Las observaciones futuras podrían descubrir más pares de Júpiter calientes, ampliando nuestra comprensión sobre la dinámica celestial. Para más información, visita el enlace.
Los astrónomos han logrado desentrañar el origen de uno de los fenómenos planetarios más intrigantes: los dobles Júpiter calientes, gigantes gaseosos que orbitan ambas estrellas en un sistema binario. Investigadores de Yale han demostrado que estas raras configuraciones cósmicas se forman a través de interacciones gravitacionales, desafiando las teorías tradicionales sobre la formación de planetas. Los hallazgos, publicados en The Astrophysical Journal, revelan una nueva perspectiva sobre la mecánica celeste y cuestionan modelos científicos establecidos.
Los Júpiter calientes son gigantes gaseosos similares a Júpiter, pero que orbitan peligrosamente cerca de sus estrellas. Aunque representan solo el 1% de los exoplanetas conocidos, su existencia contradice la creencia arraigada de que los planetas gigantes se forman únicamente en las frías regiones exteriores de los sistemas estelares. Aún más inusuales son los dobles Júpiter calientes, donde cada estrella en un sistema binario alberga su propio gigante gaseoso ardiente. La investigadora Malena Rice y su equipo han descifrado este fenómeno, demostrando que estos planetas emergen de un proceso migratorio impulsado por el caos gravitacional.
A través de simulaciones computacionales avanzadas, los investigadores evidenciaron que el mecanismo von Zeipel-Lidov-Kozai (ZLK) —una lucha gravitacional entre estrellas— transforma las órbitas planetarias a lo largo de miles de millones de años. "El mecanismo ZLK es una especie de danza", explicó Rice. "En un sistema binario, la estrella adicional puede moldear y distorsionar las órbitas de los planetas, provocando que estos migren hacia adentro".
Este fenómeno explica por qué algunas estrellas binarias terminan con pares gemelos de Júpiter calientes, cada uno acercándose más a su estrella anfitriona. Los hallazgos se basaron en datos del Archivo de Exoplanetas de la NASA y la misión Gaia de la Agencia Espacial Europea, procesados mediante el clúster informático Grace de Yale. Como señaló el coautor Yurou Liu, "Con el código adecuado y suficiente potencia computacional, podemos explorar cómo evolucionan los planetas durante miles de millones de años; movimientos que ningún ser humano podría observar en una vida".
Tradicionalmente, los astrofísicos han sostenido el modelo obsoleto de acreción, que asume que los gigantes gaseosos se forman lentamente en órbitas frías y distantes. Sin embargo, tanto los Júpiter calientes como sus contrapartes reflejadas exigen una reconsideración radical. "Se esperaría que los planetas gigantes se formaran lejos de sus estrellas anfitrionas", admitió Liu. "Esto hace que los Júpiter calientes sean tanto accesibles como misteriosos, convirtiéndolos en un tema digno de estudio".
El estudio también proporciona una guía para descubrir más dobles Júpiter calientes: se deben enfocar sistemas estelares binarios donde ya se ha detectado un Júpiter caliente. El miembro del equipo Tiger Lu aclaró: "Deben estar lo suficientemente separados como para que se espere que se formen planetas gigantes alrededor de cada estrella, pero lo suficientemente cercanos para que las dos estrellas puedan influenciarse mutuamente".
Esta zona ideal, donde la separación estelar es «justa», podría revelar docenas de pares ocultos de Júpiter calientes. El Telescopio Espacial James Webb y futuros observatorios podrían confirmar estas predicciones, exponiendo aún más las limitaciones de la astronomía convencional.
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