OPINIÓN

Del kaos al logos (XXXXII): Conocimiento del grupo social

Carlos González | Lunes 11 de noviembre de 2019
No logro entender el siguiente dilema: ¿Porqué cuando hablamos de medicina o Botánica nos inclinamos hacia abajo, sobre el tema a estudiar, y no perdemos detalle de lo que tenemos delante para entenderlo lo mejor posible, y cuando hablamos de organizar nuestra vida en común, o de la política de un estado, levantamos la mirada, casi siempre como extasiada, y miramos al cielo, o cuando menos al horizonte, como si fuese algo divino, o mágico, y no bajamos la vista para analizar al grupo social organizado (GSO) como haríamos con una pierna rota o para observar cuánta agua necesita una planta?

Yo creo que ya va siendo hora que aceptemos que el ser humano es un animal de Grupo, y con implantación territorial. Y que debemos estudiar cómo funciona ese grupo social con la misma técnica de análisis que realizaríamos en cualquier otra ingeniería. Al hacerlo así comprobamos que todos los grupos sociales, tanto del resto de los animales, como del propio ser humano como animal que es –léase a Desmond Morris y su famoso, Mono desnudo, 1967- funcionan, funcionamos, bajo presupuestos biológicos y psicológicos creados por la naturaleza –con ellos nos creó a todos- y por ello susceptibles de estudio, comprensión, explicación y uso, como el resto de conocimientos de dicha madre naturaleza, nuestra creadora.

No se trata de volver a la ya caduca polémica –a mí ya me suena a un poco infantiloide- de si somos materia o espíritu, de Materialismo o Espiritualismo. Es un callejón sin salida y un camino que no nos lleva a salida práctica alguna que nos ayude a convivir y sobrevivir en las mejores condiciones posibles. Lo que sí es cierto, y defiendo con rotundidad, es que el comportamiento del ser humano no es Mágico, y que puede y debe ser estudiado porque obedece –como no podía ser de otra forma- a emociones y reacciones creadas por la Naturaleza al principio de los tiempos, porque con esas técnicas de reacción Físico-Química nos creó a nosotros. Y, por ello, susceptibles de ser estudiadas exactamente igual que estudiamos la Fisiología o la estructura química del agua. Puedo citar a múltiples autores, Lévi-Straus y su obra, Tristes Trópicos, 1.955, o al ya citado, Abraham Maslow y su, Teoría sobre la motivación, de 1.943.

De forma indirecta, y pretendiendo hacerlo desde otras disciplinas de estudio, ya se ha realizado el estudio del funcionamiento de los grupos sociales desde el nacimiento del pensamiento y la abstracción, y ya figura en las primeras tablillas de los Sumerios. Los filósofos griegos y romanos no dejaron de estudiar a la Polis, o al Estado, y buscar las mejores técnicas políticas con las que gobernar a los ciudadanos. Eso es claramente un estudio de los GSO. Solo que no se le ha llamado así y no se ha realizado con la sencillez de verlo como una técnica de estudio más y una materia sólida, siempre ha estado asociado a los espíritus, materia de los dioses, algo medianamente incomprensible que solo con el rito simbólico se podía ejercer. Nuestro Profeta, el gran Aristóteles, ya escribió su famosa, Política, si bien es cierto que no se atrevió a bajar a la tierra y nos legó ese galimatías aún hoy no resuelto, de su mítica, Metafísica.

Cuando miramos hacia abajo, como cuando sacamos la cabeza y lo hacemos desde fuera de la carpa de lona, fuera de las imágenes del circo que tanto nos emociona, sabemos, al aplicar el Conocimiento, que todos los GSO funcionamos de la siguiente manera: Un liderazgo imprescindible al frente. Creador y director absoluto de todos y de todo –así lo acaba de proclamar el nuevo presidente de Brasil en su toma de posesión “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”. Fuera de él solo existe la nada. Alrededor de ese liderazgo unas personas de ambos sexos -lo han sido desde los primeros albores de la especie humana y lo siguen siendo en la mayoría de los animales- que son más esforzados, más valientes, o con más recursos de todo tipo tanto genotípicos como fenotípicos, que pasan a situarse y estar al frente de todos los demás, a los que llamamos Élites, y que serán los que tiren del carro de ese grupo con el fin de hacerlo más grande, rico y poderoso. Cuando se paran pasan a ser Élites extractivas y se dedican a vampirizar a los demás y seguir disfrutando de los mayores y mejores privilegios sin estar dispuestos a sacrificio alguno por esa comunidad. Tras ellos el resto de individuos que les llamamos, los Gobernados.

Al estudiar sus relaciones psicológicas y de comunicación interna, siempre descubrimos unas leyes inalteradas. Solo cambia la forma o el tamaño, pero la estructura es siempre la misma. El liderazgo no se toca, todas las leyes regulan la muerte del que no lo acata. Las Élites tratan de buscar su espacio de autonomía y goce de privilegios, y los administrados van detrás, intentando buscarse sus pequeños momentos. Están a total merced del poder y de los dirigentes del grupo, y solo en pequeños momentos pueden disponer de unas mejores migajas.

La jerarquía es imprescindible en todos los grupos, se suele valorar de una u otra forma el esfuerzo y el sacrificio, y existe, siempre, una constante lucha por una mayor trasparencia social en la comunicación y el lenguaje.

Siempre se mide la viveza, equilibrio, y vigor de ese GSO, en los niveles de Permeabilidad Social.

Sobre el autor

Carlos Gonzàlez-Teijòn es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, El Sistema, y de reciente aparición Psicología de virtudes y pecados, de editorial Nuevos escritores.

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