OPINIÓN

En defensa de Occidente ( XIII)

Carlos González | Domingo 22 de mayo de 2022
El segundo gran adversario que aparece en contra de la cultura Occidental es China. Ya lo hizo en el pasado defendiéndose y luchando para mantener su territorio y su ancestral cultura.

En aquel caso solo pretendía defenderse de lo que, para ella, realmente solo eran invasores. Primero chocó con los Españoles en Manila, y aunque el emperador llegó a usar como moneda oficial el Real de a Ocho, de plata, del imperio Español (S. XVI y XVII), con quien realmente chocó y tubo que lamerse las heridas fue tras las guerras del opio contra Británicos y Franceses (1.839-42, y 1.856-60). Y más tarde contra la invasión real, conquistadora, destructiva, la Japonesa (1.894-5, y 1.937-45).

Ahora pretende hacerlo, por primera vez, y como una auténtica neófita, sin experiencia ninguna en este juego, para que triunfe su “Liderazgo Cultural” frente al nuestro, o cualquier otro, en todo el planeta Tierra, tal como primero hicieron los Portugueses y Españoles (Tratado de Tordesillas de 1.494, en el que se repartieron el mundo), después Holandeses y Británicos, y ahora los EEUU. Para casi todos los analistas, sin embargo, es el que tiene más posibilidades de superarnos. Debemos estudiar por qué. Ante todo, tal como hicimos con Rusia, debemos presentar a China y dejar claro quién es.

Por aquello del “Árbol”, ahora hemos de estudiar sus raíces, carga genética y distintos desarrollos, en este caso milenarios, para saber ante quién estamos, y si así se nos presentan y nos desafían, contra quién debemos combatir culturalmente para ser el único “Líder Cultural” que marcará la forma de pensar de los habitantes del globo.

Ya sabemos que todos los pueblos, civilizaciones y culturas se crearon del Mito y la tradición oral. China no es menos. Pero también es cierto que esos Mitos y Creencias y sus ancestros mágicos son los que le motivan. La psicología social nos demuestra que todos los pueblos en función a la creencia en sus dioses actuarán. No importa que sus dioses sean o no verdaderos, o existan o no -como nos sucedió a nosotros-, lo importante es que los chinos creen en ellos y en función a sus creencias adecuarán sus conductas.

Según sus tradiciones orales nacieron en una época u otra, con unas u otras dinastías, aunque es cierto que fueron adquiriendo una serie de formas culturales y costumbres, pero lo comprobable es que su escritura y la mayor parte de sus instituciones -que fueron las que les trajeron hasta el S. XIX- nacieron como centro de poder centralizado en lo que se conoce como el inicio de la dinastía Qin, hacia el 221 A.C. (qué casualidad, Alejandro Magno murió dos años antes y Aristóteles el año anterior). Porque fue este emperador el que se proclamó como tal, “Primer Emperador”, los demás, durante toda la historia de la Cultura China, solo le siguieron y quisieron ocupar su puesto. Este Qin, fue el que unificó la mayor parte de la legislación -lo que crea un estado, y sobre todo una mentalidad racional- así como armonizó los pesos y medidas, estableció la primera escritura oficial, nació la literatura, las artes, las ciencias, facilitó la entrada del Budismo como nueva religión oficial que les acompañaría siempre, así como permitió a los discípulos de su mayor filósofo, Confucio, S. VI A.C., -que ya comenzaba a ser conocido- que propagasen sus grandes enseñanzas. Tanto el Confucionismo, como la religión Budista, marcarán a China hasta su modernización bien entrado el S. XX. Tal es así, que fue Confucio el que estableció el concepto y práctica del “Meritage”, los funcionarios del estado debían acceder mediante exámenes de ciencia y habilidades sociales, como la escritura, los conocimientos de historia, política o los adecuados a la época. Este emperador fue el que impuso estos exámenes y continuaría esta forma de acceso hasta que fue suprimido en los instantes finales del S. XIX y principios del XX.

En fin, marcó oficialmente el nacimiento del estado centralizado, el poder, lo que en realidad estudiamos nosotros, el nacimiento de un centro de poder que le denominamos Grupo Social Organizado (GSO). A partir de aquí cambiaron las dinastías, las modas, los acontecimientos históricos de derrotas o victorias, pero la Civilización China ya siempre fue la continuadora de este tronco común, de este estado centralizado y sus instituciones. Lo que hemos estudiado de forma científica cuando hablamos del “Liderazgo cultural”, en este caso, el creador y mantenedor de esa civilización, duró hasta el S. XX.

Tal es así, que esa es la verdadera China, porque los siguientes pasos históricos son, como en el resto del planeta, familias y etnias, o regiones con desarrollos económicos puntuales, que toman el poder y designan a la dinastía con este o aquel nombre, y cambian la capital y la corte, pero el tronco principal, el centro de poder, y más aún, la cultura, escritura, conocimientos, comercio y administración central del estado, eso ya no cambiaría nunca.

Lo anterior es tan cierto que ni con la conquista de pueblos tan exteriores como los Mongoles de Gengis Kan, en el S. XIII, que los derrotaron, ni su nieto, Kublai, que unificó como nuevo y único emperador todo China, impusieron sus costumbres o conocimientos. No, se plegaron a la riquísima cultura China y pasaron de conquistadores a conquistados, igual que les sucedió a Francos, Godos o Lombardos con las leyes y cultura del imperio Romano. Los mongoles fueron de nuevo derrotados y expulsados, pero la Gran Cultura China permaneció y siguió creciendo.

Lo mismo les sucedió a los Manchúes en el S. XVII, derrotaron los ejércitos imperiales, tomaron el poder, incluso cambiaron la lengua oficial de la corte y los documentos oficiales, pero la gran cultura China prevaleció, y ellos desaparecieron.

Podemos definir a China con un símbolo inconfundible suyo, su gran Muralla. Esta siempre ha estado, y está, allí. Precisamente se conoce el gran avance que propició a la misma el primer emperador, Qin. Sí se conocen las obras de ampliación y fortificación de la misma por las nuevas dinastías. Todos los bárbaros extranjeros quisieron superarla y entrar, todos terminaron derrotados por la verdadera cultura China, y desaparecieron. Ellos murieron, la Muralla y la cultura quedó y creció. La Muralla siempre pretendía marcar el interior, lo querido, lo que debía ser guardado. La verdadera cultura China.

A partir de la llegada de los imperios occidentales esta barrera ya no sirvió para nada, como su cultura. Desde la revolución de Mao, solo es… Un lugar turístico al que visitar… Algo hermosísimo y poderosísimo en el pasado, como su cultura. Hoy… Hoy absolutamente “Inservible” –la Gran Muralla- para estos nuevos tiempos.

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