OPINIÓN

Cataluña, Pactos de Estado tras el 20-D

J.M.MARTÍNEZ DE HARO | Domingo 04 de octubre de 2015
Consumidos los fuegos fatuos del secesionismo fanatizado, la noche del 27-S los exaltados ánimos cantaban y danzaban celebrando su propia ruina. Y Cataluña despertó el 28-S entre los rescoldos de una hoguera alimentada con mentiras y utopías prefabricadas en la ensoñación de un paraíso prometido donde los puros y auténticos catalanes beberán y se bañarán en ríos de leche y miel.

No importaba que los sediciosos, arrastrados por sus propias mentiras, negaran la misma noche la evidencia de los resultados. La hoja de ruta es ajena a los resultados, es un fin en sí mismo. Y a este fin se sacrifica la verdad, la legalidad, hasta la propia decencia política.

Pero pasados los días, cuaja el convencimiento de que en Cataluña se ha abierto un problema mucho mayor que antes de estas elecciones. Dos realidades se enfrentan al “procés”: el bloque secesionista ha ganado las elecciones en diputados electos, pero en el recuento de votos ha perdido lo que ellos mismos han considerado un plebiscito al no alcanzar el 51%, es decir, la mayoría.

Y esa sencilla ecuación coloca a Cataluña y a España en una difícil encrucijada donde sigue latente y reforzada la cuestión de fondo de este asunto. Planteado sin ambigüedades, una facción importante en Cataluña pretende romper la unidad de España y proclamar el Estado Catalán.

Conocemos los instigadores de esta situación y no vamos a repetir que su proyecto está fuera de la legalidad y de la Constitución. Incierta la deriva judicial de este difícil puzzle porque los Tribunales tienen sus tiempos excesivamente lentos, en tanto que la exaltación de los sentimientos continúa con asombroso éxito.

La pesada lentitud de la Justicia en la imputación a Artur Mas ha servido de acicate para unificar criterios en el bloque separatista, incluyendo a la CUP. Se trata, sin duda, del reto más grave al Estado español desde los comienzos de la Transición. Y las elecciones no lo han despejado.

Se habla del fracaso de Artur Mas, actor principal, y se anuncia su derrota como anticipo de una retirada de la vida pública, pero quedan activos Junqueras y tantos otros que nos han conducido a este siniestro callejón.

Y responsables directos de lo más dramático de este desvarío: la fractura que abre en canal a la sociedad catalana posicionada ya en dos frentes irreconciliables en las actuales circunstancias.

A ello han colaborado activamente los medios de comunicación en Cataluña, las instituciones y organismos dependientes de la Generalitat, y el discurso encendido de esta coalición que espera el apoyo de una formación revolucionaria de extrema izquierda, la CUP. Todos abogan por la desobediencia a las leyes del Estado español, la inmediata proclamación de la República de Cataluña, la salida de la UE y del euro, la abolición de la propiedad privada y de todos aquellos logros de los españoles en la reconciliación nacional enraizada en el espíritu de la Transición.

Menudo panorama para Cataluña, España y Europa, una Republica que arrastraría a los catalanes a un retroceso histórico.

Y de esta facción de izquierda irracional depende la investidura del Presidente de la Generalitat. Falta un solo voto para que pudiera orillarse el apoyo de la CUP. La burguesía catalana ya huele el peligro y está actuando en consecuencia con retiradas considerables de fondos y activos financieros de los bancos y cajas catalanes ante un panorama que haría peligrar los buenos resultados en la economía en estos tres años.

Ante esta situación de incierto pronóstico un partido emergente, Ciudadanos, ha logrado un éxito espectacular situándose en la segunda fuerza política de Cataluña con un sencillo discurso y el empuje de nueva generación política.

El PSOE apenas ha salvado los muebles sin aclarar definitivamente su posicionamiento en torno a una reforma de la Constitución contestada, incluso, por algunos barones del PSOE.

Y el PP ha recibido el castigo de los votantes constitucionalistas arrinconándolo en la última posición del arco parlamentario. Se ha visualizado el fracaso del presidente Rajoy, de sus ministros y de los diputados del PP incapaces todos de enfrentarse políticamente a este reto y brindar una solución mediante el arte de la política.

No hay disculpas para que el partido que gobierna en España tenga tan exigua representación en Cataluña. Y este solo hecho, hace muy difícil que sea este mismo Gobierno el que vaya a dar una razonable salida al problema. La comparecencia en TV de Mariano Rajoy para dar su versión y sus declaraciones posteriores disipan cualquier duda al respecto.

Como resultado del 27-S se ha reforzado el bloque secesionista con un firme propósito al margen de los resultados y sin alterar su hoja de ruta. No dudan en alianzas inimaginables en la Europa democrática la burguesía catalana, Convergencia, Esquerra Republicaba de Cataluña, la CUP, Podemos, la extrema izquierda y los antisistema.

Esta simbiosis es una clara apuesta hacia la inestabilidad social y el empobrecimiento. En semejante situación los tres partidos del bloque constitucional no logran ningún entendimiento y menos aún una propuesta conjunta. Se echa en falta un ejercicio de la mejor política y ante la probable ingobernabilidad en Cataluña, aumenta la inquietud con la duda que quede todo aplazado hasta las elecciones generales anunciadas para el 20 de diciembre.

Probablemente será el nuevo Gobierno surgido de las urnas el que tenga capacidad de consensuar los necesarios “Pactos de Estado” para tratar de solventar algo que el filósofo Ortega y Gasset definió como la cuestión catalana, sin solución posible y con la que tendremos que aprender a convivir unos cuantos años más.

España, entretanto, seguirá su rumbo y su destino en esta etapa decadente y habremos de superar estos gobernantes y esta clase política agotada e incapaz de afrontar los problemas que aquejan a los españoles con la dignidad que reviste la política de Estado.

Y frenar, con la contundencia que merece, la magnitud del desafío de un proceso revolucionario que agita la sociedad catalana y pone en grave peligro la arquitectura constitucional y el panorama político español. Con toda seguridad, los sediciosos no lograrán que Cataluña desande el camino junto a España en beneficio de la burguesía más corrupta que han conocido los siglos.

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