Portugal se prepara para una gran huelga general, la primera en 12 años, que causará severas interrupciones en el transporte, vuelos, hospitales y escuelas. Las dos principales federaciones sindicales, CGTP y UGT, protestan contra reformas laborales consideradas sin precedentes por el gobierno de Luís Montenegro. A pesar del crecimiento económico reciente, las propuestas incluyen medidas controvertidas como la prolongación de contratos temporales y la eliminación de protecciones laborales. La huelga no solo afecta al sector público; trabajadores de diversas industrias apoyan la causa. Los sindicatos advierten que estas reformas atentan contra los derechos de los trabajadores, especialmente de mujeres y jóvenes. La situación ha generado un debate intenso sobre el futuro del empleo en Portugal y su impacto en la política nacional.
El jueves, Portugal se prepara para experimentar una significativa disrupción en el transporte, vuelos, hospitales, escuelas y otros servicios públicos, debido a la convocatoria de una huelga general organizada por las dos principales federaciones sindicales del país. Esta movilización surge como respuesta a reformas laborales sin precedentes que han generado un amplio descontento social.
La última vez que la CGTP, junto con la UGT, unió fuerzas fue durante la crisis de deuda de la eurozona en 2013. En aquel entonces, una «troika» de instituciones internacionales exigió recortes en salarios y pensiones como parte del rescate financiero a Portugal.
A doce años de aquella crisis, la economía portuguesa ha mostrado un crecimiento notable, convirtiéndose en la más dinámica de la eurozona en los últimos meses. Sin embargo, el primer ministro Luís Montenegro sostiene que es fundamental abordar las «rigideces» del mercado laboral para que las empresas sean más rentables y los trabajadores obtengan mejores salarios.
«No renunciaré a tener un país con la ambición de estar a la vanguardia de Europa», afirmó Montenegro en vísperas de la huelga. No obstante, parece haber subestimado el fuerte rechazo hacia los planes de su gobierno minoritario de centro-derecha: uno de sus diputados socialdemócratas forma parte del ejecutivo de la UGT y también votó a favor de la huelga.
A pesar de que el primer ministro modificó algunas propuestas tras reunirse con los sindicatos a finales del mes pasado, estas modificaciones no fueron suficientes para calmar el descontento. Entre las más polémicas se encuentran:
Los jóvenes portugueses son quienes probablemente sentirán con mayor intensidad las repercusiones de estas reformas. La opinión pública está dividida al respecto. Por ejemplo, Diogo Brito, asistente de vuelo, apoya el derecho a huelga pero defiende las reformas: «Es necesario avanzar. Debemos ponernos al nivel de países más ricos y creo que estas medidas nos permitirán evolucionar». En contraste, Eduardo Ferreira, fotógrafo autónomo, expresa su preocupación por aquellos que ya enfrentan dificultades para encontrar empleo seguro y celebra la unión sindical en este «momento crítico» para el país.
La CGTP ha calificado las reformas como «un ataque a los derechos de todos los trabajadores», especialmente hacia mujeres y jóvenes. Por su parte, la UGT considera que las propuestas están «tan desfasadas» en un contexto económico favorable que reflejan un claro sesgo hacia los empleadores.
Además, critican que las negociaciones formales entre sindicatos, gobierno y empresarios han sido «desiguales y perjudiciales para los trabajadores». La coalición gobernante carece de mayoría en el parlamento y busca apoyo no solo del pequeño partido Liberal Initiative (IL), sino también del partido ultraderechista Chega.
El líder de Chega, André Ventura, ha expresado reservas sobre cómo algunas medidas podrían impactar la vida familiar pero se muestra abierto al diálogo. Antes de las elecciones, Montenegro había descartado alianzas con Chega; sin embargo, tanto los sindicatos como el tercer partido más grande del parlamento, los Socialistas, afirman que su postura ha cambiado.
Asimismo, advierten sobre intentos por modificar la constitución portuguesa de 1976 para flexibilizar protecciones laborales consideradas entre las más robustas en Europa. Este asunto también ha cobrado relevancia en la campaña electoral presidencial programada para enero próximo, donde varios candidatos argumentan que el proyecto laboral infringe dicha constitución.
Bajo el sistema «semi-presidencial» portugués, el jefe del Estado puede negarse a firmar leyes aprobadas por el parlamento o enviarlas al Tribunal Constitucional para revisión. Esto podría generar inquietud entre los votantes ante lo radical del plan gubernamental, especialmente porque no formaba parte del manifiesto electoral de la coalición.
A diferencia de muchas huelgas previas en Portugal, esta jornada no se limita al sector público. En Autoeuropa, la mayor fábrica del país propiedad de Volkswagen ubicada al sur de Lisboa, casi mil empleados votaron por unanimidad para respaldar esta acción. El secretario general de UGT, Mário Mourão, declaró: «No hay trabajador en este país que no se vea afectado por las medidas negativas incluidas en esta reforma».