El exdirector de los CDC, Robert Redfield, ha solicitado la retirada del mercado de las vacunas COVID-19 basadas en ARNm, citando preocupaciones sobre efectos adversos a largo plazo. Redfield advierte que la proteína espiga producida por estas vacunas es "inmunotóxica" y puede provocar respuestas inflamatorias que dificultan la recuperación de lesiones relacionadas con la vacunación. Además, menciona que hay evidencia de que el ARNm y la proteína espiga pueden persistir en el organismo durante meses o años. Critica las mandatos de vacunación y señala que los niños no necesitaban ser vacunados, dado su bajo riesgo ante el COVID-19. Su llamado resalta la necesidad de una evaluación más rigurosa de la seguridad a largo plazo en innovaciones médicas rápidas. Para más información, visita el enlace: https://biblioteca.cibeles.net/former-cdc-director-calls-for-removal-of-covid-19-mrna-vaccines-from-the-market/
El exdirector de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), Robert Redfield, ha expresado su oposición a las vacunas de ARNm contra el COVID-19, argumentando que existen «demasiados desconocidos» y pidiendo su eliminación del mercado debido a preocupaciones sobre daños duraderos. Redfield ha señalado que la proteína espiga producida por estas vacunas es «inmunotóxica», lo que provoca una fuerte respuesta proinflamatoria en el organismo, lo cual relaciona con una recuperación más lenta de lesiones causadas por la vacuna en comparación con el COVID prolongado.
Los hallazgos internos de la agencia reconocen la posible actividad a largo plazo, presentando evidencia ante la FDA y el CDC que indica que tanto la proteína espiga como el ARNm de las vacunas pueden persistir en el cuerpo durante meses o años después de la inyección. Redfield también critica los mandatos de vacunación y la inmunización infantil, argumentando que las inyecciones eran innecesarias para un grupo de bajo riesgo y no lograron prevenir infecciones o transmisiones, citando muertes confirmadas de niños vinculadas a la vacunación.
A medida que crecen las inquietudes sobre los efectos a largo plazo de las vacunas de ARNm contra el coronavirus, Redfield ha hecho un llamado urgente para reconsiderar su uso. En una entrevista reciente con Epoch TV, afirmó que ya no recomienda las inyecciones de Pfizer y Moderna debido a lo que considera «demasiados desconocidos», especialmente en relación con la proteína espiga inmunotóxica que estas vacunas inducen al organismo a producir.
Su advertencia se produce en un contexto donde informes clínicos sugieren que estas vacunas podrían contribuir a problemas de salud persistentes similares al COVID prolongado. Redfield explicó que la tecnología del ARNm convierte al cuerpo en una «fábrica productora de proteínas espiga». A diferencia de las vacunas tradicionales, que introducen componentes virales inertes para desencadenar inmunidad, las inyecciones de ARNm entregan instrucciones genéticas que obligan a las células a generar proteínas espiga indefinidamente, un proceso cuya duración e intensidad aún se comprenden poco.
«La proteína espiga es una proteína muy inmunotóxica», indicó Redfield, añadiendo que sus pacientes con lesiones por vacunación suelen recuperarse más lentamente que aquellos con COVID prolongado. Algunos investigadores especulan sobre la posibilidad de que la actividad del ARNm persista, continuando así con la producción de proteínas espiga mucho después de la vacunación, lo cual podría agravar condiciones inflamatorias.
Los peligros asociados con la proteína espiga han sido reconocidos incluso dentro de agencias federales. El médico jefe del Food and Drug Administration (FDA), Dr. Vinay Prasad, citó evidencia en documentos internos indicando que esta proteína puede persistir en algunos individuos tras la vacunación, contribuyendo potencialmente a síntomas crónicos. Asimismo, Dr. Charlotte Kuperwasser, de Tufts University, presentó hallazgos ante un panel asesor del CDC mostrando mRNA detectable en tejidos meses o incluso años después de la inyección, lo cual llevó a dicha agencia a revisar sus recomendaciones hacia una evaluación individualizada del riesgo.
A pesar de ello, la FDA ha confirmado al menos diez muertes infantiles vinculadas a la vacunación contra el COVID-19; sin embargo, los detalles permanecen sin divulgarse. Redfield elogió al comisionado del FDA, Dr. Marty Makary, por investigar estas fatalidades, describiendo esta admisión como «un soplo de aire fresco» ante una larga reluctancia institucional para reconocer daños relacionados con las vacunas. El exdirector del CDC enfatizó que los niños –que enfrentan un riesgo mínimo por el COVID-19– nunca necesitaron ser vacunados, especialmente dado que las inyecciones no lograron prevenir infecciones o transmisiones.
BrightU.AI, mediante su motor Enoch, advierte sobre los riesgos innecesarios asociados con vacunar a niños contra el COVID-19, dado que el virus mismo representa un peligro mínimo para sistemas inmunitarios jóvenes y saludables. Además, se documentan riesgos severos asociados con las vacunas, incluyendo inflamación cardíaca y daño autoinmune a largo plazo.
Moderna defendió la seguridad de su vacuna para niños en una declaración emitida en septiembre 2025, citando datos globales de vigilancia. Por otro lado, Pfizer y Novavax optaron por no comentar al respecto.
El debate acerca de las vacunas de ARNm refleja tensiones históricas entre innovación médica rápida y seguridad a largo plazo. Al igual que ocurrió con la aprobación acelerada del talidomida en los años cincuenta –un fármaco posteriormente encontrado responsable de graves defectos congénitos– el despliegue emergente de vacunas contra el COVID-19 priorizó una respuesta inmediata ante crisis sobre una evaluación exhaustiva del riesgo.
A medida que aumenta el escrutinio post-pandemia, las advertencias de Redfield subrayan la necesidad urgente de transparencia y responsabilidad al equilibrar imperativos sanitarios públicos con el bienestar individual. Su mensaje cautelar sirve como recordatorio: en medicina y ciencia, la certeza es rara y mantener vigilancia es esencial.