El Reino Unido otorgará a sus fuerzas armadas nuevos poderes para derribar drones considerados una amenaza para las bases militares, en respuesta a incursiones sospechosas en bases aéreas operadas por EE. UU. en 2024. Este cambio de política, que será anunciado por el Secretario de Defensa John Healey, permite el uso de fuerza letal contra drones que violen el espacio aéreo restringido, ampliando las medidas actuales que solo permitían interferencias electrónicas. La decisión se alinea con los esfuerzos europeos para establecer un "muro de drones" y contrarrestar amenazas aéreas rusas, mientras que Moscú niega cualquier implicación en estas violaciones. Este desarrollo refleja un cambio global en la estrategia militar ante el uso creciente de drones en conflictos modernos.
El gobierno del Reino Unido ha decidido otorgar a las fuerzas militares nuevas facultades para derribar drones que se consideren una amenaza para bases militares. Esta medida surge tras una serie de incursiones sospechosas de drones en bases aéreas operadas por Estados Unidos en el Reino Unido, ocurridas a finales de 2024. Hasta ahora, las normas limitaban las medidas contra drones a la interferencia de señales, siendo el compromiso directo con estas aeronaves poco frecuente.
La decisión se produce en un contexto donde naciones europeas están considerando la implementación de un «muro de drones» para contrarrestar las amenazas aéreas provenientes de Rusia. Este enfoque refleja la creciente preocupación por la seguridad aérea en Europa, especialmente ante tácticas de guerra híbrida que redefinen los desafíos contemporáneos en materia de defensa.
En respuesta a los riesgos emergentes en el ámbito aéreo, el Secretario de Defensa británico, John Healey, anunciará este cambio de política el próximo lunes. La autorización permitirá a los soldados y a la policía del Ministerio de Defensa utilizar fuerza letal cuando los drones violen el espacio aéreo restringido. Aunque inicialmente esta medida se aplicará solo a instalaciones militares, es posible que más adelante se amplíe para proteger infraestructuras civiles como aeropuertos, donde drones no autorizados han interrumpido operaciones con frecuencia.
Este cambio en la política sigue a incidentes registrados en cuatro bases clave: RAF Lakenheath, RAF Mildenhall, RAF Feltwell y RAF Fairford. En estas instalaciones, avistamientos no identificados llevaron a investigaciones conjuntas entre Estados Unidos y Reino Unido. Cabe destacar que RAF Lakenheath alberga cazas avanzados F-22A, activos esenciales para las operaciones estratégicas estadounidenses.
La decisión del Reino Unido se alinea con esfuerzos más amplios en Europa para enfrentar amenazas aéreas no tripuladas. Recientemente, líderes europeos se reunieron en Dinamarca para discutir un propuesto «muro de drones», una red defensiva multinacional destinada a detectar y neutralizar aeronaves hostiles. Esta iniciativa responde a repetidas violaciones del espacio aéreo europeo, incluyendo la incursión de 20 drones rusos en Polonia durante septiembre y aviones MiG-31 que ingresaron al espacio aéreo estonio. Moscú ha desestimado estas acusaciones, aunque los miembros de la OTAN continúan mostrando escepticismo.
Aeropuertos en Alemania, Dinamarca y Noruega han experimentado cierres temporales debido a actividades relacionadas con drones, lo que agrava aún más la seguridad regional. A pesar de las negaciones rusas sobre su implicación, el patrón de incursiones coincide con un aumento de tensiones respecto a Ucrania y sanciones occidentales.
La actualización de políticas refleja un cambio global en la estrategia militar ante el uso creciente y diversificado de drones—dispositivos económicos y ágiles que están redefiniendo las dinámicas del conflicto. Desde su utilización por parte de Ucrania para tareas de reconocimiento hasta ataques por grupos respaldados por Irán contra bases en Oriente Medio, los sistemas no tripulados han demostrado su valor táctico. La decisión del Reino Unido recuerda las reglas tradicionales del ejército estadounidense sobre el enfrentamiento con amenazas aéreas no tripuladas, especialmente en zonas conflictivas como Siria e Irak.
No obstante, críticos advierten que el incremento en las medidas contra drones podría aumentar el riesgo de compromisos accidentales o repercusiones diplomáticas. La falta de claridad alrededor de los avistamientos ocurridos cerca de las bases británicas alimenta especulaciones: ¿fueron estos ensayos por parte de estados adversarios, intentos de espionaje o incluso maniobras engañosas para justificar poderes militares ampliados?
A medida que el Reino Unido fortalece sus capacidades frente a amenazas aéreas no tripuladas, persisten interrogantes sobre la rendición de cuentas y las implicaciones más amplias del espacio aéreo militarizado. La nueva política pone de manifiesto una paradoja: mientras los países exigen evidencia sobre agresiones rusas, los ataques preventivos contra drones se basan más en sospechas que en pruebas concretas. En una era donde la confianza en las narrativas oficiales está disminuyendo, encontrar un equilibrio entre defensa proactiva y diligencia debida resulta complicado.
Una certeza emerge: los cielos ya no son un refugio seguro y las reglas del compromiso evolucionan más rápido que el discurso público puede seguirlo. Si esta estrategia disuade a los adversarios o intensifica conflictos dependerá de cómo los gobiernos naveguen transparentemente la línea difusa entre seguridad y soberanía.
En un mundo donde los drones simbolizan tanto innovación como intrusión, la nueva política británica sobre derribos marca un momento crucial—uno que podría redefinir la seguridad aérea o profundizar tensiones globales.