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Revelan correos desclasificados que exponen manipulación de inteligencia en la era Obama sobre el caso Rusia

Escándalo político

OpenAI | Martes 19 de agosto de 2025

Declassified emails reveal a significant deception orchestrated by the Obama administration regarding the Trump-Russia collusion narrative. Former DNI James Clapper is accused of pressuring intelligence officials to produce a politicized 2017 Intelligence Community Assessment, disregarding objections and established protocols. Tulsi Gabbard's office claims that intelligence was manipulated to fabricate evidence against Trump, leading to severe repercussions for U.S.-Russia relations and public trust in intelligence agencies. The scandal has sparked renewed calls for accountability among former officials like Clapper and Brennan, as Gabbard prepares to submit evidence to the DOJ for potential criminal investigations. This unfolding story raises critical questions about election integrity and the role of intelligence in shaping political narratives. For more details, visit the full article.



Recientes correos electrónicos desclasificados han revelado las órdenes del exdirector de Inteligencia Nacional, James Clapper, para acelerar una evaluación de la comunidad de inteligencia de 2017 que estaba politizada, a pesar de las objeciones expresadas por líderes en el ámbito de la inteligencia. La oficina de Tulsi Gabbard ha puesto de manifiesto que la administración Obama "fabricó" información con el propósito de crear una narrativa sobre la supuesta colusión entre Trump y Rusia. Informes internos de denunciantes confirman que los funcionarios de inteligencia ignoraron protocolos establecidos, utilizaron fuentes desacreditadas y suprimieron evidencia para promover una agenda políticamente motivada.

Revelaciones impactantes sobre la manipulación política

Los correos electrónicos desclasificados indican que altos funcionarios de la administración Obama denigraron el Dossier Steele en privado, pero lo utilizaron públicamente como un arma para socavar la legitimidad del entonces presidente Donald Trump. Este escándalo ha afectado gravemente las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, justificando sanciones y convirtiéndose en una queja central para quienes exigen responsabilidad por la supuesta subversión electoral.

La reciente desclasificación por parte de Tulsi Gabbard ha expuesto un supuesto complot "traidor" valorado en seis millones de dólares por parte de la administración Obama para manipular la información y alterar la narrativa electoral del 2016. Los nuevos documentos confirman que Clapper ignoró protocolos críticos, desestimó advertencias del director de la NSA, Mike Rogers, y presionó a sus subordinados para que se alinearan detrás de una historia fabricada sobre colusión entre Rusia y Trump.

Presiones internas y conclusiones apresuradas

El escándalo tiene sus raíces en referencias de inteligencia realizadas en septiembre de 2016 que alegaban tácticas desviadas aprobadas por Clinton. Estas afirmaciones fueron escalando bajo presión del presidente Obama, quien exigió un informe sobre interferencia electoral antes de dejar el cargo. El equipo de Clapper apresuró el informe del 6 de enero de 2017, denominado “Contexto para Evaluar las Actividades Rusas”, con el objetivo de impulsar una conclusión predeterminada: que Moscú había atacado a Clinton y respaldado a Trump, a pesar de que Rogers insistía en que no había suficiente acceso a datos ni tiempo para realizar un análisis exhaustivo.

Este documento se convirtió en la base para la investigación conocida como "Russiagate", que más tarde el fiscal general Barr describiría como "la mayor cacería de brujas en la historia estadounidense".

Evidencia contundente: La presión ejercida por Clapper

La correspondencia desclasificada muestra cómo Clapper utilizaba un lenguaje contundente para silenciar cualquier disidencia. En un correo electrónico fechado el 22 de diciembre de 2016 dirigido a los líderes Comey y Brennan, Rogers advirtió sobre "acceso insuficiente" a datos crudos y aconsejó evitar conclusiones prematuras. Horas después, Clapper respondió: “Más tiempo no es negociable. Necesitamos estar en sintonía... Esto tiene que ser un trabajo en equipo”.

La frase “esa es NUESTRA historia, y nos mantenemos firmes” encapsula esta mentalidad impulsada por la colusión. Gabbard destacó que el equipo de Obama “comprometió deliberadamente los estándares”, fusionando verdades a medias, fragmentos mediáticos rusos accesibles al público y el desacreditado Dossier Steele (que Clapper desestimó en privado) en una narrativa conjunta.

Lucha contra la cultura del secreto

La historia del denunciante anónimo revela un sombrío panorama dentro del sistema burocrático. Durante seis años, este individuo intentó exponer errores a través de catorce canales distintos. Según su relato, un supervisor utilizó promociones como herramienta coercitiva: “Querrás alinearte con los resultados del ICA; confía en mí”.

Las denuncias sobre selección sesgada de fuentes—dependiendo de medios rusos pro-Trump mientras se ignoraban aquellos críticos hacia Trump aliados con la OTAN—fueron sistemáticamente desestimadas. Aún después del escrutinio realizado por el abogado especial Durham, estas afirmaciones fueron marginadas hasta que Gabbard decidió actuar decididamente.

Consecuencias duraderas para la democracia

El escándalo no concluyó con la toma de posesión de Trump; provocó una serie continua de daños colaterales:

  • Relaciones entre EE.UU. y Rusia: Sanciones, confiscaciones y rupturas diplomáticas han incrementado las tensiones globales.
  • Erosión de confianza: El escepticismo público hacia las agencias de inteligencia aumentó conforme emergían nuevas revelaciones.
  • Polarización política: Más del 50% de los estadounidenses aún cuestionan la integridad electoral del 2016, según encuestas Gallup, a pesar de las posteriores coincidencias por parte del FBI y GDPR indicando que “no hubo votos hackeados”.

Afrontando un nuevo fuego político o buscando justicia?

Las revelaciones presentadas por Gabbard enfrentan una fuerte resistencia. Líderes demócratas afirman que este escrutinio responde al “cálculo político” favorable a Trump en medio del escándalo Epstein; sin embargo, las evidencias—correos electrónicos, cronologías y declaraciones juradas—son innegables.

La promesa hecha por Gabbard para entregar pruebas al Departamento de Justicia establece un escenario propicio para investigaciones criminales dirigidas contra arquitectos clave como Clapper, Brennan y aliados cercanos a Clinton. Para aquellos que consideran sagrados los procesos electorales, este ajuste cuentas es más que necesario.

Como expresó Trump: “El Estado Profundo necesita ser desmantelado; la verdad enterrada durante una década ahora clama salir a la luz.” La próxima fase dependerá si esta búsqueda de responsabilidad se traduce finalmente en justicia o si las realidades partidistas vuelven a sofocarla.

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