Nvidia y AMD han acordado pagar al gobierno de EE. UU. el 15% de sus ventas de chips en China, específicamente de los procesadores H20 y MI308, para obtener licencias de exportación. Este acuerdo marca una combinación inusual de restricciones comerciales y extracción de ingresos, generando críticas sobre su lógica: si estos chips representan una amenaza para la seguridad, ¿por qué permitir su venta? La administración Trump defiende que esta medida mantiene la influencia estadounidense al hacer que las empresas chinas dependan de tecnología estadounidense. Este movimiento se produce en un contexto de tensiones tecnológicas entre EE. UU. y China, con Nvidia y AMD también realizando inversiones significativas en producción nacional. Queda por ver cómo se utilizarán los ingresos generados y si este acuerdo sentará un precedente para otras empresas en el futuro.
Las empresas tecnológicas Nvidia y Advanced Micro Devices (AMD) han alcanzado un acuerdo con el gobierno de Estados Unidos que les obliga a pagar el 15 por ciento de sus ingresos generados por la venta de chips en China, específicamente los procesadores H20 y MI308. Este pacto representa una combinación innovadora de restricciones comerciales y extracción de ingresos, lo que ha suscitado críticas sobre su lógica.
Los detractores se preguntan: si estos chips representan una amenaza para la seguridad nacional, ¿por qué permitir su venta? Y si no lo son, ¿por qué imponer un "impuesto"? Los funcionarios defienden que esta medida ayuda a mantener la influencia estadounidense al hacer que China dependa de tecnología estadounidense de nivel medio.
Este acuerdo se produce en un contexto marcado por años de tensiones tecnológicas entre Estados Unidos y China. Las restricciones a la exportación de chips avanzados comenzaron bajo la administración Biden en 2023, seguidas por limitaciones impuestas por Trump en abril del mismo año. Recientes negociaciones han permitido aliviar algunas barreras comerciales.
Nvidia y AMD están invirtiendo miles de millones en el país, alineándose con el impulso de Trump hacia el nacionalismo económico y la reubicación de la producción tecnológica. Sin embargo, persisten interrogantes clave: ¿cómo utilizará Estados Unidos estos ingresos y establecerá este precedente para otras empresas?
El acuerdo no solo es una transacción financiera; también es una declaración política. La administración Trump ha presionado a las empresas estadounidenses para que prioricen los intereses nacionales sobre las ganancias globales, reforzando este principio como nunca antes. A pesar de las críticas sobre su impacto en la seguridad nacional, algunos funcionarios argumentan que mantener a las empresas chinas dependientes de tecnología estadounidense fortalece la influencia del país.
A pesar de las preocupaciones sobre la seguridad, el secretario de Comercio ha defendido el acuerdo, señalando que el chip H20 es uno de los productos más importantes de Nvidia y sosteniendo que esta dependencia tecnológica beneficia a Estados Unidos.
Este acuerdo surge en un contexto más amplio donde Estados Unidos y China han estado inmersos en una guerra tecnológica centrada en los semiconductores. Tras las restricciones iniciales, Nvidia desarrolló el chip H20 como una versión adaptada para el mercado chino. Sin embargo, las prohibiciones impuestas anteriormente habían puesto en duda incluso esta solución intermedia.
A medida que avanza la guerra comercial, se han implementado aranceles recíprocos y disputas sobre minerales raros. No obstante, recientes meses han mostrado señales de distensión con China aliviando algunas restricciones sobre exportaciones y Estados Unidos levantando ciertas prohibiciones relacionadas con diseño software.
Nvidia y AMD no solo están realizando pagos; también están comprometidos con inversiones significativas dentro de Estados Unidos. Nvidia ha prometido construir servidores para inteligencia artificial valorados en 500 mil millones de dólares, mientras que AMD y otros fabricantes como Micron han anunciado expansiones millonarias en manufactura estadounidense.
Este enfoque coincide con la estrategia económica nacionalista promovida por Trump, quien ha instado a las empresas a reinvertir en su país. El acuerdo podría interpretarse como un mecanismo adicional para obligar a las grandes tecnológicas a financiar prioridades estadounidenses directamente.
Dudas importantes permanecen respecto al uso futuro de estos ingresos. Los funcionarios aún no han determinado si se destinarán a fortalecer presupuestos defensivos o subsidiar la producción interna de chips. Además, existe incertidumbre sobre si esto sentará un precedente para otras compañías que deseen acceder al mercado chino.
En conclusión, este acuerdo va más allá de ser un simple apunte comercial; representa un experimento audaz en política económica. Al gravar directamente las ventas tecnológicas hacia China, la administración Trump está redefiniendo las fronteras entre comercio y estrategia nacional. La efectividad de esta medida para fortalecer la seguridad estadounidense o simplemente enriquecer al Tesoro sigue siendo incierta; sin embargo, es evidente que las reglas del juego geopolítico han cambiado significativamente.