Pat McGrady Sr. destaca el potencial médico del DMSO (dimetilsulfóxido) y su historia de persecución en su libro "The Persecuted Drug: The Story of DMSO". Desde su síntesis en 1866 por Alexander Zaytsev, el DMSO ha mostrado propiedades únicas que lo convierten en un prometedor agente terapéutico, capaz de aliviar el dolor y acelerar la curación. A pesar de sus beneficios demostrados en la medicina, como su uso en el tratamiento de la artritis y daño nervioso, la FDA restringió su uso en EE.UU. a partir de 1965 debido a preocupaciones sobre su seguridad. La controversia generada resalta los conflictos entre la innovación médica y la regulación, convirtiendo al DMSO en un símbolo de cómo la burocracia puede obstaculizar avances médicos significativos.
El dimetilsulfóxido (DMSO) es un compuesto que ha sido denominado como una de las sustancias más prometedoras en el ámbito médico. En su libro titulado «La droga perseguida: La historia del DMSO», Pat McGrady Sr. narra la extraordinaria trayectoria de este químico, desde su descubrimiento accidental hasta su potencial médico y la feroz oposición que ha enfrentado.
La historia del DMSO se caracteriza por la curiosidad científica, descubrimientos innovadores y un conflicto entre la innovación médica y el escepticismo regulatorio. Su origen se remonta a 1866, cuando el químico ruso Alexander Zaytsev lo sintetizó por primera vez en Kazán. Zaytsev observó sus propiedades singulares: su capacidad para calentar la piel, deshidratar tejidos y disolver casi cualquier sustancia.
A pesar de estas características, el DMSO permaneció durante casi un siglo como una curiosidad de laboratorio. No fue sino hasta mediados del siglo XX que los investigadores comenzaron a descubrir su extraordinario potencial. Se demostró que el DMSO podía penetrar rápidamente en la piel, transportando compuestos disueltos directamente al torrente sanguíneo.
Este atributo lo convirtió en un vehículo prometedor para la administración de medicamentos. Aún más asombroso fue su aparente capacidad para prevenir, controlar e incluso curar enfermedades en humanos, animales y plantas.
El punto de inflexión ocurrió en la década de 1960 cuando el cirujano Dr. Stanley W. Jacob y el químico Robert J. Herschler comenzaron a investigar las aplicaciones médicas del DMSO. Su colaboración se inició con un experimento simple pero revelador: Herschler demostró cómo el DMSO podía hacer que tinta penetrara en una ramita, sugiriendo que podría transportar antibióticos al organismo.
Jacob llevó a cabo una prueba aplicando yodo mezclado con DMSO en su brazo y sintió inmediatamente su sabor, lo que evidenció que el compuesto ingresaba rápidamente a su torrente sanguíneo. Sus investigaciones revelaron los notables efectos terapéuticos del DMSO: reducción del dolor, inflamación y hinchazón; aceleración de la cicatrización de heridas; y promesas en el tratamiento de condiciones como la artritis y daños nerviosos.
No obstante, sus hallazgos encontraron resistencia por parte del establecimiento médico. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) intervino pronto. En 1965, bajo la dirección del comisionado Dr. James L. Goddard, la FDA lanzó una campaña contra el DMSO citando preocupaciones sobre su seguridad. El organismo regulador alegó que causaba ceguera en animales de prueba debido a cambios en los lentes oculares, aunque Jacob y otros argumentaron que no eran verdaderas cataratas.
La represión ejercida por la FDA incluyó redadas en instalaciones de investigación y confiscación de documentos, lo cual generó indignación pública. Pacientes que habían experimentado alivio gracias al DMSO protestaron escribiendo a miembros del Congreso y medios de comunicación, convirtiendo la controversia en un debate nacional.
Por un lado, los científicos defendían la seguridad y eficacia del DMSO; por otro lado, la FDA exigía estudios más rigurosos —que a menudo resultaban obstruidos—. A pesar de simposios internacionales realizados en Berlín, Nueva York y Viena donde se presentaron pruebas abrumadoras sobre los beneficios del DMSO, la FDA mantuvo su postura restrictiva, efectivamente prohibiendo su uso médico en Estados Unidos.
La saga del DMSO plantea preguntas críticas sobre el equilibrio entre regulación y progreso médico. Aunque la misión de la FDA es proteger la salud pública, su manejo del caso del DMSO mostró cómo un exceso de precaución puede sofocar la innovación y negar a los pacientes acceso a tratamientos potencialmente transformadores.
En la actualidad, el DMSO sigue utilizándose de manera limitada en algunos países mientras continúa la investigación sobre sus aplicaciones médicas. Sin embargo, las cicatrices de su pasado persisten: una advertencia sobre cómo los avances científicos pueden ser obstaculizados por resistencias burocráticas. La historia del DMSO no solo trata sobre un medicamento específico sino también sobre la lucha más amplia por conciliar seguridad con la urgente necesidad de avance médico.
Mire este video sobre el libro de Pat McGrady Sr., «La droga perseguida: La historia del DMSO».