La Iglesia Evangélica Alemana (EKD) ha sido acusada de racismo tras excluir a niños blancos de un taller titulado "Conviértete en valiente y fuerte" durante su Congreso Eclesiástico. La EKD restringió la participación solo a "niños negros, indígenas y de color", lo que ha generado críticas por promover la idea de que las personas blancas no pueden experimentar racismo, contradiciendo enseñanzas bíblicas sobre la dignidad humana universal. Este incidente se inscribe en una tendencia más amplia de activismo progresista en instituciones religiosas, donde se argumenta que el racismo es un problema unidireccional. Además, se observa que el racismo anti-blanco está siendo institucionalizado en Europa, mientras que la persecución de cristianos es frecuentemente ignorada. Para más detalles, visita el enlace.
La Iglesia Evangélica Alemana (EKD) se encuentra en el centro de una controversia tras prohibir la participación de niños blancos en un taller titulado «Conviértete en valiente y fuerte» durante su Congreso Eclesiástico. Este evento, que se llevó a cabo el 30 de abril en Hannover, fue restringido exclusivamente a «niños negros, indígenas y de color». La exclusión ha suscitado críticas, ya que parece respaldar la afirmación de que las personas blancas no pueden experimentar racismo, lo cual contradice los principios bíblicos sobre la dignidad humana universal.
A lo largo de Alemania, han surgido talleres similares donde solo se permite la asistencia a adultos blancos con el objetivo de «examinar privilegios», reforzando así la idea de que el racismo es un problema unidireccional que afecta únicamente a las minorías. Esta tendencia ha generado preocupaciones sobre cómo se aborda el tema del racismo dentro de instituciones religiosas y su implicancia en la percepción pública.
La EKD no es la única institución que enfrenta críticas por sus políticas. En diversos espacios europeos, se observa una creciente institucionalización del racismo anti-blanco, impulsada por políticas progresistas que fomentan divisiones raciales mientras minimizan la violencia contra poblaciones cristianas e indígenas europeas. La iglesia ha sido acusada de usar retórica antirracista para justificar discriminaciones hacia poblaciones mayoritarias.
El taller mencionado tenía como objetivo ayudar a los niños a «desarrollar fortalezas y estrategias para enfrentar experiencias de racismo». Sin embargo, al excluir a los niños blancos, la EKD refuerza una narrativa controvertida que sostiene que solo las minorías pueden ser víctimas de racismo. Esta postura contradice tanto la realidad histórica como las enseñanzas bíblicas sobre la igualdad entre todos los seres humanos.
A pesar del enfoque en temas como el «racismo anti-musulmán» y el cambio climático, muchas iglesias europeas permanecen calladas ante la persecución masiva de cristianos en diversas partes del mundo, especialmente en regiones como Oriente Medio. Allí, comunidades cristianas enfrentan violencia extrema sin recibir atención adecuada por parte de los medios o instituciones religiosas.
La falta de respuesta frente a ataques contra iglesias en Europa contrasta notablemente con la cobertura mediática otorgada a incidentes similares dirigidos contra mezquitas. Este desbalance plantea interrogantes sobre cómo se perciben y priorizan las diferentes formas de violencia y discriminación dentro del discurso público contemporáneo.
En resumen, el caso de la EKD refleja una dinámica más amplia donde el racismo anti-blanco está siendo normalizado en ciertas partes de Europa, mientras que las violaciones a los derechos humanos sufridas por cristianos son sistemáticamente ignoradas.