OPINIÓN

El clima cambia y el agua moja

Javier Arias | Lunes 23 de septiembre de 2019
La dictadura del pensamiento obligatorio ha desencadenado una de las campañas más importantes de los últimos decenios para extender el control sobre las masas a un nivel planetario.

Y precisamente del planeta se trata. Difundiendo el temor a una supuesta hecatombe climática causada por la actividad humana moviliza millones de personas y de dólares a un nivel sin precedentes. El miedo y su difusión ante enemigos que exceden con mucho nuestras capacidades reduce el espíritu crítico y fomenta el borreguismo, en busca de salvadores de la hecatombe.

No hay emergencia climática

Hace pocos días, 500 científicos y expertos- de trece países- se han dirigido ( https://clintel.nl/brief-clintel-aan-vn-baas-guterres/) al Sec Gral de la ONU sobre lo que califican de alarmismo climático. Y explican que no hay emergencia climática, piden que la ciencia del clima debe estar menos politizada, mientras que la política climática debe ser más científica.

El registro geológico revela que el clima de la Tierra varía ya que el planeta existe, con fases naturales frías y cálidas. La Pequeña Edad de Hielo solo terminó recientemente, alrededor de 1850, por lo que no es sorprendente que estemos experimentando un período de calentamiento hoy. Pero el calentamiento es mucho más lento de lo esperado. El mundo se ha calentado a menos de la mitad de lo que se pronosticó originalmente, y menos de la mitad de lo que podría esperarse debido al comportamiento humano neto y al desequilibrio radiactivo. Esto nos dice que estamos lejos de comprender el cambio climático.

Además, aseguran, la política climática se basa en modelos inadecuados. Los modelos climáticos tienen muchas deficiencias y apenas son aprovechables como herramientas para la toma de decisiones. Entre otros ejemplos mencionan que el CO2 no es un contaminante. Es esencial para toda la vida en la Tierra.

Además, niegan que el calentamiento global cause más desastres naturales y exigen que la política debe respetar las realidades científicas y económicas. Para los firmantes, no hay emergencia climática. Por lo tanto, no hay razón para entrar en pánico y alarmarse. Aseguran que "Nos oponemos firmemente a la política poco útil y poco realista de neutralidad de carbono propuesta para 2050. Hasta que surjan mejores enfoques, lo que ciertamente sucederá, tenemos mucho tiempo para reflexionar y adaptarnos. El objetivo de la política internacional debe ser proporcionar energía confiable y barata, de forma permanente y en todo el mundo".

Entonces ¿qué está sucediendo?

Estamos ante otro intento de imponernos una dictadura y ya hay dictadores en lista de espera.

Por supuesto que hay que cuidar el planeta, aprovechar sin derroches sus recursos, pero el clima y sus cambios exceden con mucho nuestras capacidades de influencia. El clima cambia en ciclos mucho más largos que nuestra esperanza de vida. En el breve periodo que llamamos historia hemos sido testigos de pequeñas glaciaciones, de sequías y de periodos extraordinariamente húmedos que han tenido lugar al margen de nuestros deseos e influencia.

Pero no se trata del clima sino de imponer una visión del mundo en el que la humanidad es el enemigo, de difundir el temor y el odio a nuestros semejantes, haciendo mucho más difícil la colaboración y el entendimiento.

A los que ponemos en duda tales afirmaciones apocalípticas nos definen como "negacionistas" equiparándonos a los que negaban el holocausto y haciéndonos formar parte de un enemigo global de la decencia y del Bien, con mayúscula.

Es, por un lado, la vieja táctica comunista de etiquetar despectivamente al adversario para deslegitimarlo globalmente y no tener que enfrentar sus argumentos. Hay que advertir del entusiasmo con que las apolilladas huestes del comunismo, en todas sus facetas, se han acogido a este ecologismo catastrofista que desprende un marcado carácter anticapitalista, al mismo tiempo que es liderado por los grandes magnates. Parece que el capital monopolista quiere eliminar competencia y mantener fuera de los beneficios del capitalismo y la libertad al mayor número posible de personas y países. Una izquierda totalitaria que no tiene nada que ofrecer para el progreso humano, colabora en la difusión de ese temor, basado en una mentira, para conseguir controlar a sus masas y dar la sensación de que todavía tiene futuro.

Del calentamiento al cambio

Debería hacernos sospechar que multimillonarios destacados, como los dueños de Amazon, Google o el Banco Santander, se hayan entusiasmado con tal causa. También que ninguna opinión discrepante tenga cabida en los medios de comunicación masivos. O que sus impulsores políticos y mediáticos hayan pasado de puntillas desde ese "calentamiento global" de hace poco, a un más difuso "cambio climático" que admite menos escrutinio y menos control de las multimillonarias partidas que están repartiéndose.

Con ese dinero, los medios han acabado con la libertad de expresión en este tema. Todos dicen lo mismo y el discrepante es condenado al silencio o el denuesto. La libertad de expresión no es tener mil canales. Es tener dos que alberguen opiniones distintas. pero aquí la uniformidad es casi total.

Con ese dinero, los medios y sus políticos han impuesto un discurso único y unos protagonistas oficiales que solo se sostienen bajo el miedo y porque no se admite la discrepancia. Elevar a los altares de la corrección política a una niña sueca convertida ya en Santa Greta es ridículo, pero señala a quien adorar y qué opinar sin dudas. Una niña que ha escrito un libro (igual que Pedro Sánchez escribió el suyo) y que se conduce en olor de multitud a todas las tribunas, desde los parlamentos a la ONU, impidiendo cualquier debate real.

Pero el emperador está desnudo.

Es mentira, como hemos visto, que la inmensa mayoría de los científicos compartan la idea del catastrofismo medioambiental. A pesar de la represión, hay numerosos ejemplos de científicos, incluidos premios Nobel que explican con claridad su posición y dudan de todo el montaje.

Uno de ellos, Robert Laughlin Nobel de Física en 1998 explica que "la energía humana es tan pequeña (...) en relación a la energía total de planeta que, simplemente, no puede afectar al clima". El físico atmosférico Richard Lindzen, ex profesor del MIT, advierte que “el calentamiento global trata de política más que de ciencia” al mismo tiempo que denuncia el oscurantismo sobre el tema, impuesto por gobiernos y medios de comunicación.

Una asociación de climato-realistas francesa (http://www.climato-realistes.fr) denuncia sistemáticamente el silencio y la tergiversación sobre las verdades científicas del tema.

Presión abrumadora contra el discrepante

Pero la presión es abrumadora, al margen de la verdad y la realidad. No hay discrepantes en las televisiones. Pero el tufo político es llamativo. Desde el presidente español al Papa Francisco, todos se han rasgado las vestiduras denunciando los incendios en la amazonia brasileña. No importa que se quemase más en la parte boliviana. Evo Morales es mejor que Bolsonaro. No importa que ardiese mucho más Brasil el primer año de gobierno de Lula. ¿Como vas a comparar a ese santo progresista, encarcelado por corrupción, con el fascista Bolsonaro?
Y así se cuenta la película, se reparten los millones, se colocan a miles de amiguetes en agencias y campañas climáticas y se atemoriza a la opinión pública para que se abandone en manos de organismos salvadores y renuncie a su libertad y a buscar una vida mejor.

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