OPINIÓN

Del kaos al logos (XXX): Ley de la identidad

Carlos González | Lunes 08 de julio de 2019
Si el diccionario de la RAE, define la existencia como, “Acto de existir”. Nos encontramos que en su segunda acepción dice claramente al definir, Identidad, como, “Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”.

Por Identidad siempre entendemos que son las características principales, diferenciadoras de los demás iguales, que nos presentan a una voluntad en la naturaleza como identificable y con elementos únicos, o casi-únicos, frente a sus oponentes.

Esta Ley de la Identidad nos permitirá estudiar, y una vez analizada, definir conceptualmente qué es lo que caracteriza, y por ello Identifica, a cada parte, fuerza o voluntad que participa en un juego de relaciones. Lo que hoy ya sabemos es que la adquiere por su propia posición relativa en ese conflicto. Es decir, su identidad no es otra cosa que esa voluntad autónoma, con esas características diferenciadoras que la identifican, que participa, enfrentándose y compitiendo con las demás, en ese conjunto de relaciones confrontadas.

Su identidad y características como voluntad autónoma, se las proporcionan las diferencias relativas respecto a otras voluntades, fuerzas, etcétera; por ello, las partes intervienen, condicionadas por los elementos diferenciadores que le proporcionan su identidad, en ese cúmulo de relaciones que denominamos, conflicto.

Una parte es una posición relativa en un conflicto. Y es la comparación con el resto lo que le otorga su propia identidad. Así, será alto, gordo, rico, moreno, hembra, español, listo y cualquier otra cosa, en contraposición a sus contrarios. Que necesariamente siempre serán más bajos o más altos, con mayor o menor riqueza o de otra nacionalidad.

Una voluntad nunca tiene una entidad propia definida e inmutable, no; una voluntad sólo puede ser definida e identificada en función a sus oponentes, a sus contrarios, frente a los que se establece la comparación, o llegado el caso, el conflicto, y es precisamente esa confrontación la que le proporciona la identidad.

Sin contrarios nada existe; una voluntad autónoma sólo puede surgir como oposición a otra. La definición de sus características siempre se establece con referencia a los demás. Ya es una idea muy extendida y aceptada que Dios es Dios, y es bueno, porque existe el Diablo, que es malo. Sin Bondad no podemos concebir la Maldad.

Más que... o menos que... --Ya lo decían los ancianos de la tribu Sioux: El valor de una tribu se mide por el poder de sus enemigos--.

Una voluntad individual única no es nada. Necesita de la oposición de las demás voluntades hasta para existir. Por ejemplo, un entrenador no sería nada ni nadie si no hubiese jugadores que le obedecieran y siguiesen sus enseñanzas e instrucciones. Una religión nunca existiría si no tuviese fieles. Adquiere su identidad, el entrenador, sólo en referencia al resto de los jugadores que entrena. La religión, por los ritos de sus fieles.

A la vez que los demás le otorgan la identidad a cada una de las otras partes, también le otorgan la posibilidad de la definición. La definición siempre es comparativa. No se puede definir a alguien sin utilizar los términos comparativos y las diferencias respecto a los demás son lo que marca su unicidad.

Es mucho más fácil de apreciar en los conflictos de grupo contra grupo o, contra varios grupos. Un Átomo lo es de un elemento en función a su identidad, que vienen definida por el número de protones y neutrones en su núcleo, y el número de electrones que lo circundan. Unas células son definidas por ser epiteliales o renales en función al órgano que componen y que tienen su identidad propia. Un estado, cultura o civilización es fácil apreciar su Identidad en tanto las características propias que la definen e identifican. Su historia, sus enemigos, sus creencias, sus costumbres…

Con la ley de la identidad vamos a poder analizar de forma objetiva, intelectual, científica, los elementos y características que definen a una voluntad en un conflicto. A partir de ese análisis podremos predecir muchas de sus tomas de decisiones. Los posibles resultados de las mismas, e, incluso, parte de las reacciones de sus contrarios.

Primero identifiquemos a la parte, después sabremos mucho acerca de toda su conducta. Si a la vez añadimos la identidad de todos sus oponentes, podremos saber mucho acerca del resultado de ese conflicto y, por supuesto, de la constante evolución del mismo.

Sobre el autor

Carlos González es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, y de reciente aparición El Sistema, de editorial Elisa.

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