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La muerte del jefe de finanzas del Estado Islámico incrementa las deserciones en las filas yihadistas

sábado 07 de mayo de 2016, 08:57h

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La muerte del jeque Ahmed Abu Ali al Anbari, “número dos” del Estado Islámico y responsable de finanzas, ha incrementado las deserciones de los combatientes yihadistas que no reciben su salario de 1.000 dólares mensuales tras caer en picado la venta del petróleo robado debido a los bombardeos rusos y de la coalición internacional. El secretario estadounidense de Defensa, Ash Carter, anunció a finales de marzo que creían haber abatido al jeque en una misión ejecutada por fuerzas de operaciones especiales en Siria.
El Estado Islámico confirmó en un comunicado la muerte de uno de sus dirigentes más importantes, el jeque Al Anbari, cuyo nombre real era Abd al Rahman Mustafa al Qaduli, y por el que Estados Unidos ofrecía una recompensa de siete millones de dólares por cualquier información que facilitase llegar hasta él. Al Anbari era el que mejor conocía el entramado de financiación del Estado Islámico que se nutre de la venta del petróleo robado a Siria e Irak, el cobro de impuestos en los territorios ocupados, el tráfico de drogas, los secuestros, la extorsión y el mercado negro de antigüedades. Las denuncias rusas el pasado enero sobre la venta del petróleo a Turquía, en la que estarían implicados el presidente Tayyip Erdogan y sus hijos, han supuesto un duro golpe para los ingresos del Estado Islámico.

El jeque Al Anbari, número dos del Estado Islámico y jefe de finanzas, fue abatido en Siria por fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos


El secretario de Defensa estadounidense, Ash Carter, anunció a finales de marzo que creían haber abatido al “número dos” del grupo terrorista en una operación que, según filtraciones de funcionarios del Pentágono, fue ejecutada por fuerzas de operaciones especiales en Siria.

Salarios de 1.000 dólares

El Estado Islámico dirigido por el autoproclamado Califa Abu Bakr al-Baghdadi paga un salario mensual de 1.000 dólares a sus combatientes yihadistas, aunque luchen por convicción religiosa. El gasto anual en salarios se estima en torno a 360 millones de dólares.

El “Washington Post” afirma en una documentada información basada en fuentes de inteligencia estadounidenses que “el Estado Islámico se enfrenta a una crisis de liquidez sin precedentes en su propio territorio debido a los bombardeos aéreos contra las instalaciones petroleras que controla (…) Esta merma en sus ingresos repercute en la capacidad de la organización en pagar a sus combatientes o llevar a cabo las operaciones militares”. A ello se suma las acusaciones entre los dirigentes por corrupción, mala gestión de los recursos y el robo de fondos, revela el diario de Washington.

La falta de liquidez por la caída de los ingresos del petróleo obliga al Estado Islámico a aumentar los impuestos entre la población


“La falta de liquidez obliga al Estado Islámico a pagar la mitad del salario a muchos de sus combatientes sirios e iraquíes, lo que produce deserciones”, asegura el “Post”, que subraya el descontento creciente de la población civil y las empresas en los territorios del autoproclamado Califato por el aumento de los impuestos como una forma rápida de compensar la caída de los ingresos del petróleo. El grupo terrorista depende cada vez más el dinero que recuda entre los habitantes de las ciudades y pueblos bajo su control.

Los servicios de inteligencia estadounidenses aseguran que la crisis de liquidez del Estado Islámico se debe a tres razones, según recoge “The Washington Post”:

1ª - Los continuos ataques terrestres y aéreos contra los campos petrolíferos y refinerías han reducido la producción un tercio.

2ª- El petróleo se ha desplomado un 50% debido la caída del precio del barril en todo el mundo.

3ª- Las derrotas militares han hecho perder en los últimos seis meses al autoproclamado Califato el 40% del territorio que había ocupado en Siria e Irak. Los yihadistas cuentan con una población significativamente menor que explotar mediante el cobro de impuestos y extorsiones.
En los seis últimos meses los yihadistas han perdido el 40% del territorio que habían ocupado en Siria e Irak

Optimismo estadounidense

“Por primera vez somos optimistas, aunque nos queda un largo camino por recorrer”, enfatiza Daniel Glaser, secretario adjunto en la lucha contra la financiación del terrorismo en el Departamento del Tesoro.

A diferencia de al-Qaeda, que basó sus ingresos en donaciones externas, el Estado Islámico ha generado gran parte de sus ingresos a nivel local, con impuestos, extorsiones y otras actividades delictivas. El experto en redes financieras terroristas, Matthew Levitt, que ha trabajado en el Departamento del Tesoro y el FBI, destaca que “si el Estado Islámico no controla el territorio, no puede explotar a la población, y no pueden beneficiarse de los recursos naturales, ya sea petróleo, trigo o agua, su situación será cada vez peor”.

Algunos expertos en terrorismo creen que los recientes atentados en Europa son, en parte, una respuesta al retroceso del Estado Islámico en los territorios que ocupa. Asimismo, señalan que el grupo no está prestando ningún apoyo económico a sus nuevas franquicias en el Cáucaso y Asia Central.

Escepticismo árabe

Sin embargo, el optimismo oficial estadounidense sobre la crisis económica de los yihadistas no es compartida por expertos árabes. Hisham al-Hashemi, un estratega militar iraquí, expresó su escepticismo ante la apreciación de que la infraestructura financiera del Estado Islámico esté en las últimas. “No están pasando por una crisis financiera que dé lugar a su colapso, porque todavía tienen el 60% de los pozos de petróleo sirio y el 5% de Irak”.

A estos datos se suma el hecho de que durante la captura de varias de las principales ciudades sirias en 2014 el Estado Islámico se hizo con 700 millones de dólares depositados en bancos, lo que le convirtió en la organización terrorista más rica del mundo.

La falta de productos básicos en los territorios ocupados enfrenta a los yihadistas con la población


Concluye el informe del “Post” que otro golpe certero contra las finanzas del Estado Islámico ha sido la decisión del Gobierno iraquí de cortar el pago de los salarios a miles de trabajadores gubernamentales en Mosul y otras ciudades controladas por los islamistas. Éstos exigían a los trabajadores parte de sus salarios. Las transferencias anuales por este concepto suponían cerca de 2.000 millones de dólares.

Hacia el final del EI

La falta de liquidez en los territorios ocupados ha provocado el desabastecimiento de productos básicos en las ciudades. La sociedad islamista ya no es el paraíso en la Tierra que prometen los imanes. Todo indica que la estrategia estadounidense y rusa contra el Estado Islámico pasa por ahogar sus fuentes de financiación y enfrentar a los yihadistas con las poblaciones locales descontentas por la carencia de alimentos y la prohibición de vestir ropa de corte occidental o escuchar música, entre otras restricciones impuestas por la Sharia.

Es una vieja estrategia. Sin dinero desertan los combatientes, no se pueden comprar armas, la retaguardia se vuelve contra los ocupantes y se termina perdiendo la guerra. Sin echar las campanas al vuelo, las estimaciones oficiales fijan el año 2020 como fecha para comenzar a ver el final del Estado Islámico.
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