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La llamada de López que espera Felipe VI

miércoles 20 de abril de 2016, 14:31h

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Si el dos de mayo a las doce de la noche el presidente del Congreso de los Diputados no puede llamar al palacio de La Zarzuela para decirle al Rey que ya hay un presidente de Gobierno listo para jurar su cargo, tendrá que llamarle para que firme el acta de disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones para el 26 de junio. Esto último es lo más posible.

El 80 por ciento de los militantes de Podemos que han participado en el referéndum sobre apoyar o no un Ejecutivo de PSOE y Ciudadanos, ha dicho que no. Son 120.000 votos que hacen imposible el tripartito con el que ha soñado Pedro Sánchez. El bulevar de los sueños rotos pasa entre los leones de la Carrera de San Jerónimo.

Es imposible que Mariano Rajoy consiga los votos del PSOE, su única salida para salir investido del Congreso. Y sin Podemos el imposible alcanza al líder del PSOE y a su socio coyuntural, Albert Rivera. La asignación de culpas por el desastre llegará hasta finales de junio y es posible que hasta el otoño, ya con víctimas internas en los partidos, pero el resultado será el mismo.

¿Se puede producir el milagro en la última hora del tiempo de juego parlamentario? Se puede, al igual que el Barcelona puede perder la Liga y hasta la Copa del Rey cuando era el gran favorito para ganarlo todo en España y en Europa. Se puede, pero a una semana de que Felipe VI vuelva a reunirse con los partidos es muy improbable.

Durante 14 días y cincuenta más, vamos a presenciar el navajeo, las descalificaciones, las filtraciones, las noticias, las dimisiones, los procedimientos judiciales, los informes e investigaciones policiales y de la Guardia Civil, unos encima de otros, un montón de "residuos urbanos" de la política que pueden ahogar la voluntad participativa de unos cuantos cientos de miles de españoles, dejando que, territorio por territorio, lo que no consigan las urnas lo consiga la Ley D'Hont y sus restos para asignar escaños.

Si el miedo al incierto resultado final de unas nuevas elecciones no lo remedia, a partir del dos de mayo les tocará a los partidos volver a colocar nombres en unas listas. Nombres que no van a ser los mismos para el PP en la Comunidad Valenciana, tampoco en Baleares, ni en Canarias, ni en Cataluña, ni en el País Vasco, ni en Madrid... con Mariano Rajoy al frente y de la mano de Dolores Cospedal las listas populares van a cambiar.

Y van a cambiar, pero menos, las del resto de los partidos. Se acomodarán para esperar los resultados y volver a negociar en busca de una mayoría que permita la formación de Gobierno. Las listas van a dar algunas pistas sobre los equilibrios internos de las formaciones, de quién gana y quién pierde en las batallas de control. Si gana o pierde la vicepresidenta en funciones; si ganan o pierden Errejón y los suyos; si las Mareas se "independizan" de Podemos para poder tener grupo parlamentario propio; si Otegui al frente de Bildu se escora hacia Madrid o decide esperar a las elecciones vascas; si Núñez Feijóo ve mejor adelantar los comicios gallegos o esperar hasta noviembre pensando no sólo en gobernar en Galicia sino en el obligado Congreso nacional de su partido.

Patxi López tiene esta semana que llevarle al Rey la lista de los dirigentes que le van a decir prácticamente lo mismo que ya le dijeron hace cinco semanas. Entre la tarde del martes 26 de abril y la noche del 28, jueves, puede esperar a que le digan que hay un candidato con los acuerdos cerrados para lograr pasar el listón de la mayoría suficiente.

Si esa llamada no se produce ya sabrá que su firma estará al final del decreto que ponga fin a la Legislatura más corta de nuestra reciente democracia: cinco meses. Y mientras tanto seguirá el Gobierno en funciones dándose patadas por debajo de la mesa del Consejo de Ministros.


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